domingo, 11 de diciembre de 2011

Aprender a escuchar cuando disminuye el sentido de oír

El auditorio estaba lleno. Nadie quería perderse lo que prometía ser un espectáculo sin precedentes. Una vez dio fin, el público ovacionó a tan brillante creador. Se trataba de una melodía poderosa, suave, pero tenaz a la vez. El autor quedó satisfecho al ver la inmediata respuesta del público. Después de tanto trabajo, su novena sinfonía había maravillado. Ludwig Van Beethoven era el compositor de la misma, que a pesar de su discapacidad auditiva, se las ingenió para crear tan brillante pieza.

Al igual que muchos, venció las adversidades, para convertirse en prueba indiscutible de que el ser humano no tiene límites si se lo propone. Si bien los resultados fueron los esperados, el proceso de elaboración no fue sencillo y el mismo Beethoven tuvo altibajos. No es para menos. Hasta este punto, imaginemos cómo sería la vida sin poder escuchar.

El proceso de recuperación auditiva con audífonos no siempre ha sido fácil. La adaptación a los audífonos que permiten a un hipoacúsico recuperar el oído fue compleja y se necesitaba de mucha predisposición tanto del paciente como del entorno que lo rodea. No obstante, la tecnología actual permite que este proceso sea mucho más corto y cómodo.

Afortunadamente vivimos en una época en que los avances tecnológicos brindan ventajas y simplifican la cotidianeidad. La licenciada en Fonoaudiología, Silvia Vargas, del centro Audiocruz, explica que el audífono es una herramienta diseñada para devolver la audición a aquellos que la perdieron o simplemente olvidaron cómo escuchar. Se calibra de acuerdo a la pérdida auditiva y se adapta a la forma del oído. Al igual como sucede con los lentes o los correctores dentales, puede sentirse extraño al principio, pero esto se supera tras un período de adaptación, que dependerá de la tecnología que se usan en los audífonos, la edad y la cantidad de tiempo que se ha dejado de escuchar.

La adaptación no siempre es inmediata, ya que el cerebro se desorganiza y olvida lo aprendido en el pasado, debiendo volver a generar información acerca de los sonidos. “No se trata solamente de ponerse los audífonos en los oídos, se debe hacer un seguimiento ya que todo es un nuevo aprendizaje, es como pasar de un disco de vinilo a un DVD”, aclara Vargas.

Cambios

Para la especialista, los cambios de humor son normales en las personas con pérdida auditiva o hipoacusia y sin audífonos, ya que ellos rehúsan ir a reuniones familiares, grupos sociales, laborales, evitan situaciones en las que tengan que comunicarse para no tener problemas. Si bien el audífono hace su parte, la predisposición del paciente es clave porque “es como si por mucho tiempo permaneciéramos desconectados del mundo y por arte de magia volvamos a escuchar”.

Puntualiza además que el hipoacúsico es muy susceptible e inseguro de lo que sucede a su alrededor, se siente como en una burbuja, porque no escucha bien lo que se dijo o responde algo totalmente diferente, lo cual causa mucha gracia a los de su entorno. En la escuela son confundidos con niños problema y con déficit de atención, sufren burlas de sus compañeros y hasta de profesores y familiares.

El audífono no solamente ayudará a mejorar la capacidad auditiva sino también favorece a los procesos mentales y mejora las relaciones interpersonales. “Cuando se rehabilita el oído mejora el estado de ánimo y disminuye el nivel de estrés. El audífono permite recibir la cantidad de sonidos que se necesita para poder manejarse en el mundo que lo rodea”, agrega Vargas.

Tanto el hipoacúsico como su entorno sentirán el cambio, la familia se relaja, mejora la seguridad del paciente y cesan las susceptibilidades. Una vez superadas las barreras del silencio, la persona ya está lista para conocer el mundo de los sonidos e integrarse a la sociedad.

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