lunes, 21 de octubre de 2013

Nuevo tratamiento redujo a casi cero mortalidad por quemaduras


Fernanda, de 3 años, sufrió quemaduras de tercer grado cuando una olla de agua caliente se volcó sobre su cuerpo. La niña tragó el líquido caliente, lo que afectó algunos de sus órganos.

La niña había permanecido una semana internada en el Pabellón Quemados del Hospital Viedma y su recuperación era notable. Su padre no la abandonaba ni un momento y lloraba constantemente por el accidente de su pequeña.

Cuando Fernanda parecía haberse recuperado y los médicos iban a darle el alta, la salud de la niña comenzó a deteriorarse.

El agua que había tragado le causó úlceras y la niña empezó a vomitar sangre.

Un día, cerca de mediodía, su padre la estaba alimentando en el pasillo del Pabellón.

“No llores papá, ya estoy bien”, dijo Fernanda minutos antes de comenzar a expulsar sangre por la boca.

Asustados por este extraño síntoma que se presentó por primera vez en el Pabellón Quemados, los médicos la trasladaron de inmediato al hospital Gastroenterológico Boliviano Japonés, y cuando todo estaba listo para que la niña entre a cirugía, ésta falleció.

Ése es el único caso de este tipo que se ha presentado en lo que va del año en el Pabellón Quemados, y uno de los más graves que atendió el director de esta unidad, Óscar Romero, en los 15 años de experiencia como responsable de esta sección.

“Nunca había visto un caso así, la úlcera es una complicación de las quemaduras, pero antes no se había presentado en ningún paciente”, señaló Romero.

A pesar de la desgracia que sucedió con Fernanda, en los últimos tres años el Pabellón Quemados ha logrado reducir considerablemente el índice de mortalidad en niños con quemaduras.

Hace 15 años, cuando esta unidad no contaba con un ambiente propio, el riesgo de muerte de pacientes con el 20 por ciento de su cuerpo quemado era alto.

“Casi todos morían, porque se presentaban otro tipo de complicaciones como infecciones y no teníamos las condiciones”, mencionó Romero.

Sin embargo, desde hace tres años atrás el índice de mortalidad por año se mantiene y es de un niño por cada gestión.

“Hacemos curaciones oclusivas y no nos va mal, hemos reducido la mortalidad y algunos años es cero. Estamos felices por haber podido salvar tantas vidas”, agregó.

Según Romero esto se debe a la capacitación y preparación del personal en el tratamiento de las quemaduras.

El galeno informó que antes las curaciones se realizaban cada dos días, pero el cambio del tratamiento de una curación cada 10, 12 o 14 días les ha dado mejores resultados en la recuperación de los niños.

“Luego de ese tiempo el paciente está listo para ser dado de alta o para una cirugía”, señaló Romero.

Agregó que con este nuevo tratamiento que se aplica en todo el mundo se ha logrado optimizar recursos, acortar el tiempo del proceso y evitar que las secuelas sean mayores.

Uno de los ejemplos de los buenos resultados de este tratamiento es Obner, el niño de 7 años que permanece en el Pabellón Quemados y que evoluciona favorablemente, pese a que tiene quemaduras de tercer grado en todo su cuerpo.

Romero señaló que ahora hay mayor capacitación y especialización de su personal.

“Antes se creía que cualquier persona podía curar a un niño quemado y no es así, hay que capacitarse y actualizarse”, mencionó el galeno que cuenta con un equipo multidisciplinario para el mejor tratamiento de los pequeños.

Junto con él, un médico pediatra, una enfermera, una psicóloga trabajan a diario en el Pabellón Quemados, pero aún faltan recursos humanos, la mayoría del personal que colabora es voluntario.

Son 10 mujeres y hombres profesionales e internistas que están al cuidado de los pequeños, por amor, y no por un sueldo.

CARENCIAS Y RIESGOS

Entre las carencias que todavía tiene la unidad, Romero señaló la falta de camas. Actualmente, el Pabellón tiene una capacidad para 15 pacientes internados y ante la falta de espacio algunos pequeños con quemaduras consideradas no tan graves son despachados a sus domicilios y asisten a la consulta cada cierto tiempo.

Pero esta carencia en la infraestructura puede traer riesgos en el paciente en un futuro. Por falta de un espacio muchos padres dejan de llevar a sus hijos a la consulta y esperan que sus heridas sanen solas.

Con el paso de los años los pacientes retornan con las secuelas que les dejaron las quemaduras.

Las más graves son las retracciones que impiden los movimientos de ciertas partes del cuerpo.

“Hemos tenido un caso en el que un niño con una quemadura en la mano y el brazo volvió después de varios años y sus dedos le estaban creciendo a la altura del codo. Esas son cosas que los padres no se dan cuenta que pueden pasar si sus hijos no reciben un tratamiento adecuado, a tiempo”, mencionó.

CIRUGÍAS

Con la ayuda de voluntarios de Alemania y Estados Unidos se han podido realizar cirugías reconstructivas en el Pabellón Quemados, para disminuir las secuelas que dejan las quemaduras en los niños.

Al menos cien niños de todo el país se benefician cada año con esas cirugías gratuitas que también favorecen a pacientes que llegan de otras partes del país.

Sumando estas cirugías a otras que se realizan para la recuperación de los pacientes, cada año el Pabellón Quemados realiza un promedio de 1.100 intervenciones quirúrgicas.

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