domingo, 27 de abril de 2014

EN NUESTRO TRABAJO. Conviviendo con los enemigos

Microbios y bacterias
PILAR QUIJADA/ABC.ES

Un ejército microscópico nos rodea mientras estamos en el lugar de trabajo. Compartimos con ellos nuestra mesa y los transportamos de un lugar a otro.

Su escritorio por ejemplo, puede albergar la nada despreciable cantidad de 10 millones de microbios. Sí, ha leído bien. Es más, en su oficina se pueden contabilizar, por término medio, unos 135 mil microorganismos por centímetro cuadrado. Haga números y obtendrá una cantidad que sobresalta. Y, sobre todo, extraña si la comparamos con la menor cantidad de microorganismos presentes por término medio, unos 315, en el asiento del baño. La razón de esta desproporción es simple: los lugares que se suponen más sucios se limpian con mayor esmero, mientras otros en los que pasamos una buena parte del día se descuidan más de lo recomendable.

En cualquier caso, no pierda la calma ni vaya corriendo a reclamar a su jefe un “plus de peligrosidad”. La buena noticia es que la mayoría de estos minúsculos “compañeros trabajo” son incluso más inofensivos que el resto de sus colegas.

En realidad la mayoría de los 500 géneros hallados en los lugares de trabajo provienen de nuestra propia piel, la boca y la nariz (Streptococcus, Corynebacterium). Algo más preocupante es el hecho de que también aparezcan bacterias que viven en el tracto digestivo.

“No son patógenos y en caso de serlo, no son muy virulentos. Si a esto unimos que están en baja cantidad para producir una infección y que nuestro sistema inmune funciona bien, podemos concluir que la mayoría de los microorganismos encontrados en el trabajo no suponen un riesgo importante para nuestra salud”, explica Germán Bou, jefe del Servicio de Microbiología del Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña (...)

En general, solo quienes tengan un sistema inmune más débil, pueden verse más comprometidos que el resto. “Vivimos rodeados de microorganismos, algunos beneficiosos y otros inocuos”, resalta Bou: “La flora intestinal nos protege de los gérmenes patógenos”, ya que colonizan el intestino y evitan que los “gérmenes malos” entren. Parte de esta flora intestinal está presente también en nuestro lugar de trabajo.

Focos.

Transmisión

No hay que bajar la guardia, en especial de cara a la temporada de catarros y gripes.

Seguro que este dato sirve para ese propósito: según el doctor Charles Gerba, microbiólogo de la Universidad de Arizona (EEUU) y uno de los autores del estudio sobre las bacterias que encontramos en los lugares de trabajo, publicado en Plos One, “las superficies que toque cualquier persona que tenga la gripe o un simple resfriado se convierten en puntos de transmisión de gérmenes, porque algunos de estos virus sobreviven en ellas hasta 72 horas”. De ahí que nuestros abnegados compañeros que vienen a trabajar con la gripe o el resfriado se conviertan en un foco de contagio mucho más temible que las inofensivas bacterias que caen desde nuestra piel al teclado del ordenador.

La silla es, con mucho, una de las superficies más contaminadas, seguida del escritorio, el teclado, el teléfono de su mesa, el móvil... Pero no son las únicas, allá donde pongamos la mano dejamos nuestra “huella microbiológica”: la fotocopiadora, la manija de las puertas, en especial la del interior del cuarto de baño; los botones del ascensor, etc. Todos pueden ser un foco potencial de patógenos al acecho si previamente los ha tocado una persona con alguna infección respiratoria o digestiva.

EXTREMAR LA HIGIENE

Se estima que el 60 por ciento de las infecciones más comunes están producidas por virus respiratorios y entéricos (del tracto digestivo). Y la mayoría de ellos se contraen en espacios cerrados. Teniendo en cuenta que para luchar contra estos patógenos no hay antibiótico que valga y que para muchos no existen vacunas, no nos queda otra solución que extremar al máximo las medidas preventivas si queremos evitarlos.

Prevención que puede ser tan sencilla como un “simple” lavado de manos, que reduce entre un 50 y un 65 por ciento la probabilidad de contagio.

Una buena costumbre, la de lavarse las manos, en especial después de pasar por el baño, que, a pesar de sus beneficios, no han adquirido uno de cada cuatro de nuestros compañeros de oficina.

La secuencia es fácil de seguir: de las manijas de las puertas o los grifos, donde puede permanecer hasta tres días, un virus del resfriado puede llegar a las yemas de los dedos. Una vez en las manos, su camino hacia el interior del organismo es mucho más fácil a través de las ventanas naturales: la boca, la nariz o los ojos. No hacen falta muchos para provocarnos un catarro o gripe.

No es de extrañar que algunas empresas hayan decidido tomar cartas en el asunto y hacer planes de “prevención de resfriados” (...). El protocolo es bien simple: agua y jabón, soluciones desinfectantes y toallitas húmedas para limpiar las superficies de trabajo. Esto unido a una concienciación de los empleados de la necesidad de seguir el protocolo reduce considerablemente las bajas por patógenos, aseguran (...).

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