domingo, 28 de junio de 2015

Síntomas de somatización, lo que la ciencia no explica

No es poco común que muchas personas sanas experimenten síntomas físicos sin explicación médica en algún periodo de su vida, y que sólo en algunos casos son motivo de atención médica.
Pero todo depende de la cantidad de síntomas y de la duración de los mismos para diagnosticar un trastorno de somatización, cuya característica principal es la presencia de varios síntomas somáticos (físicos), como dolor de cabeza, abdomen, náuseas, vómitos y síntomas sexuales que la medicina no puede explicar y que afectan la calidad de vida de la persona.
Hay distintas variantes de estos síntomas: en el trastorno conversivo, los síntomas afectan a las funciones motoras o sensoriales y se sufre una alteración en la coordinación y equilibrio, pueden presentarse casos de sordera e insensibilidad táctil. En el trastorno somatomorfo, los síntomas físicos duran menos que los síntomas del trastorno de somatización.
Otro tipo es la hipocondría, la preocupación, miedo o convicción de tener una enfermedad grave a partir de la propia interpretación de los síntomas. Frases como "tengo cáncer” o "me duele mucho el estómago” suelen estar acompañadas por estados psicopatológicos como la ansiedad y la depresión, intensificando los síntomas físicos.
trastorno psicosomÁtico
Es característico de pacientes que presentan un trastorno psicosomático buscar ayuda con frecuencia, porque los exámenes que presentan resultados normales no satisfacen a la persona, puesto que siente que definitivamente algo no está bien. El hecho de que el paciente amplifique sus síntomas y se mentalice continuamente afirmando que "está mal” o que "está peor”, hace que este tipo de trastornos se agudicen. Además, este impulso provoca en la persona la necesidad de buscar información en internet y en revistas o acudir a varios médicos. Este tipo de personas, preocupadas en extremo por un síntoma físico, están convencidas de que sufren alguna enfermedad grave.
En estos casos también tienen incidencia los factores familiares, puesto que en la infancia se puede predisponer a este tipo de trastornos cuando se le da mayor atención al dolor físico y se le resta importancia al dolor emocional. Esto lleva a que el niño exprese cualquier problema o necesidad como algo físico. Por ejemplo, si tiene miedo de ir a un lugar y sabe que el miedo no es razón suficiente para sus padres, su cuerpo desarrolla el dolor de estómago o de cabeza como un mecanismo de defensa, y puede convertirse en algo habitual.
Y por supuesto están los factores culturales, que hacen que pensemos que cuerpo y mente son entidades separadas, por tanto, los síntomas físicos deben ser orgánicos y los síntomas emocionales son entidades psicológicas, siendo que en realidad ambas entidades están íntimamente interconectadas y se afectan.
Es aconsejable que el paciente busque ayuda e intervención de una red de apoyo emocional, como la familia, y que ésta reciba también psicoeducación para conocer de qué se trata la enfermedad, cuáles son sus características y qué tratamientos recibir para superarla.
El tratamiento para este trastorno debe ser integral, se debe considerar que todos los síntomas físicos tienen componentes orgánicos, psicológicos, sociales y espirituales. Los profesionales deben poner atención a todos estos factores, así como también a los cambios, problemas, duelos no resueltos y en general a todos los eventos vitales estresantes que hayan surgido antes del trastorno, para así ayudar a resolverlos y posibilitar que las dolencias físicas desaparezcan.
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