sábado, 4 de marzo de 2017

Cinco claves que alertan cuándo has cruzado la línea roja con el alcohol



El consumo de alcohol produce 3,3 millones de muertes al año en el mundo y es un factor que causa más de 200 enfermedades, incluidos algunos tipos de cáncer según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). A pesar de esto, no es ningún secreto que todos somos algo más indulgentes de lo normal con esta sustancia psicoactiva y nos resulta de lo más natural “premiarnos” tras una larga jornada laboral con una cervecita cual flamante trofeo. Pero cuando esas cervezas, esas borracheras en reuniones sociales o esos chupitos al término de una comilona de domingo comienzan a hacerse cada vez más frecuentes, más de uno se pregunta: ¿cómo sé si tengo un problema con el alcohol?

Javier Porto Janeiro es coordinador terapéutico del centro de desintoxicación Cc Adicciones (España) y explica: “el alcoholismo o dependencia del alcohol es un trastorno de tipo mental que se produce en sujetos con una predisposición a sufrirlo y que están en contacto con la bebida. Se podría decir que la persona predispone y el ambiente dispone”. Entonces, a mismo ambiente y contacto con la bebida, ¿cómo es posible que haya personas que acaben padeciendo alcoholismo y otras, en cambio, se consigan librar? Porto Janeiro nos cuenta que la explicación a la dependencia es “multifactorial” y entran en juego distintas variables: las sustancias que el sujeto consume, el estilo de vida, entorno, historia de vida y también factores como la personalidad, dificultades médicas, educación y genética.

De hecho, un estudio publicado hace pocos meses en la revista PLOS Genetics ha revelado que la predisposición al alcoholismo está relacionada con más de 900 genes. Lo cual probaría que lo que los investigadores denominan "preferencia por el alcohol" algunos la traen de serie y es un asunto más complejo del que parece. "Es un rasgo que depende de tantos genes que probablemente tira por tierra la idea de que el alcoholismo se cura con una simple pastilla", han declarado los expertos de la Universidad de Indiana (EE UU).

"Al alcoholismo, como a cualquier otra adicción, se entra muy despacio desde infinitas variables y desde mucho antes que la primera consumición”, dice Santiago Rotaeche, director terapéutico del Centro de Tratamiento de Adicciones CENTRA. En su opinión quizás la diferencia la marca “la habilidad para tomar consciencia, aceptar y reaccionar ante las dificultades de la vida”.

El hecho de que el consumo de alcohol pase de moderado (o “bajo control”) a dependiente “estriba en una serie de factores que afectan a la persona en un periodo de tiempo que pude variar en función de sus condicionantes vitales; este tiempo se conoce como silencio clínico. Es el periodo de gestación de la enfermedad”, relata Porto Janeiro. Teniendo en cuenta que hay un sinfín de botones que pueden activar esta enfermedad y que a cada uno nos afecta de distinta manera, vale la pena entonces prestar atención a las señales de alerta, que nos van a responder la pregunta antes formulada.

Si antes te mareabas con una copa, ahora necesitas cinco

“En la mayoría de los casos se va observando que el consumo va aumentando en dosis y va apareciendo tolerancia física a la sustancia” relata Javier Porto. Es decir, se empiezan a tener las mismas reacciones físicas con cinco copas que antes aparecían con apenas una.

Incluyes el beber entre tus rutinas diarias

Además de este deseo es muy común que “se emplee demasiado tiempo en estar consumiendo o buscando la sustancia”, cuenta Javier Porto. Se pierde el control sobre la sustancia y los consumos se dejan de espaciar para pasar a ser cada vez más “frecuentes e intensos” añade el especialista. Ahí es posible que se manifieste otro síntoma que apunta Santiago Rotaeche y es “que tú mismo lo sospeches”.

Discutes más con tu familia

Otra señal de alerta es cuando el alcohol empieza a afectar el rendimiento laboral e inevitablemente también acaba afectando al entorno familiar y social. Concretamente, se presentan “problemas graves tales como agresividad, violencia, descuidos familiares, abandono de responsabilidades, etc…”, describe Javier Porto.

Cuando no bebes, te duele todo

La abstinencia son las reacciones corporales que se experimentan cuando una persona deja de tomar una sustancia. En el caso del alcohol, “pese a lo que se pueda creer en el imaginario social es, junto con los barbitúricos, la única sustancia con un síndrome de abstinencia mortal”, explica Porto. Los síntomas del síndrome de abstinencia pueden aparecer tan pronto como seis horas después de la última copa y alcanzan su pico máximo entre las 24 a 72 horas después de esa última ingesta. Estas manifestaciones incluyen ansiedad, depresión, fatiga, temblores, piel fría y húmeda, dolor de cabeza, inapetencia, palidez, náuseas y vómitos (entre otras). Además de la abstinencia también son señales de alerta las primeras complicaciones médicas y psiquiátricas, Javier Porto nos enumera algunas, “daño hepático, temblores, cambios de humor, agresividad, caídas y golpes…".

A pesar de todo, sigues

Si a pesar de sufrir las consecuencias físicas y mentales derivadas del consumo de alcohol se sigue manteniendo la ingesta de este psicoactivo es la señal definitiva de que hay que pedir ayuda. Otros comportamientos alarmantes, según Santiago Rotaeche, también son “que te descubras justificando tus consumos, aunque sea en tono de humor. Que alguien cercano a ti te haga algún comentario al respecto o que te descubras cancelando o valorando si te apetece algún plan con respecto a su oferta alcohólica”. En palabras de Javier Porto, “cuando convergen todas estas variables en un sujeto podemos estar hablando de alcoholismo”.

El alcoholismo, como cualquier enfermedad, requiere de un tratamiento dirigido por un profesional de la salud especializado en adicciones con el que se inicie un proceso de desintoxicación y deshabituación. "Es una enfermedad muy específica y con unos síntomas muy peculiares y por ello es de vital importancia que el profesional escogido esté totalmente especializado en la temática”, advierte Porto. Como a muchos enfermos les cuesta identificar su propia condición en ocasiones es el entorno de los mismos quienes dan la voz de alarma. En estos casos los familiares “tendrán que seguir las pautas marcadas por el equipo profesional que va a tratar al paciente en los previos y durante el transcurso del mismo”, concluye Javier Porto.

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