Una treintena de profesionales del Hospital Vall d'Hebron de Barcelona participó en la intervención, realizada el 27 de febrero, cuando las pequeñas tenían seis meses y habían crecido lo suficiente –entre las dos pesaban 15 kilos– para minimizar los riesgos de la intervención, que incluía una hepatectomía (partición del hígado).
La operación, precedida de numerosas pruebas, se planificó al detalle. Los médicos descubrieron que compartían un mismo hígado pero cada una de las niñas tenía su propia vesícula biliar y que, aunque tenían intestinos independientes, los movimientos bruscos como el llanto o el esfuerzo los trasladaban del cuerpo de una hermana a la otra. Su principal preocupación, además de la separación hepática, era conseguir cerrar la piel con precisión para evitar posibles infecciones. Luego, realizaron un corte en forma de libro a cada lado del abdomen para que las dos tuvieran superficie para cerrar su herida.
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