El estudio presenta datos experimentales en roedores que avalan la hipótesis descrita de que el hábito bruxista podría ser, un "mecanismo de descarga" que "desarrollan inconscientemente" las personas para así "aliviar", en parte, las "consecuencias del estrés" o ansiedad sobre el propio organismo.
Así, se confirma que existe una asociación significativa entre la liberación de dopamina en el cerebro frontal con la conducta de tipo bruxista.
En una situación de estrés se activan numerosas áreas del cerebro, que libera múltiples neurotransmisores, entre ellos, la dopamina, última "está involucrada en la regulación de las emociones ante situaciones de angustia y ansiedad, además de estar muy implicada en la aparición de aquellas.
No obstante, los investigadores recuerdan en el caso del bruxismo que se trata de "un hábito oral muy nocivo para el aparato masticatorio (desgaste excesivo de dientes, enfermedad periodontal, mialgias masticatorias y problemas en la articulación de la mandíbula), que afecta hasta a un 20 por ciento de la población".
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