Las lesiones de los meniscos ocurren a causa de un mecanismo de torsión o rotación de la rodilla asociado a flexión intensa.
Los síntomas consisten en dolor, derrames recurrentes y chasquidos, asociados a una limitación de la movilidad. A veces los desgarros de menisco quedan atrapados en la cavidad articular, con lo que la rodilla queda bloqueada o “clavada”.
Si estando la rodilla flexionada a unos 90 grados, aparece dolor en la rodilla cuando se realiza una rotación externa del pie, ello es signo de lesión del menisco interno.
EL TRATAMIENTO
Tras una lesión de menisco, el deportista debe seguir la regla de toda lesión deportiva: reposo, hielo, compresión y elevación. Es conveniente usar muletas para evitar una sobrecarga de peso al andar mientras no hayan remitido el dolor y la hinchazón. En la mayoría de los casos el paciente debe ser derivado al traumatólogo para la reparación de la lesión de menisco mediante una artroscopia.
El tratamiento debe planificarse de modo que permita iniciar un programa de rehabilitación y que el paciente pueda reanudar pronto (semanas) la actividad deportiva.
EL LIGAMENTO LATERAL INTERNO
El ligamento lateral interno (LLI) es el que proporciona estabilidad a la región interna de la rodilla y suele lesionarse cuando a ésta se le aplica una tensión excesiva o torcedura hacia fuera. Los desgarros del ligamento lateral externo son mucho más raros y están causados por un traumatismo hacia dentro dirigido hacia el interior de la rodilla.
Los desgarros del LLI se suelen asociar a una lesión del menisco interno.
EL DIAGNÓSTICO
Inmediatamente después de la lesión, el deportista suele ser aún capaz de andar un poco apoyando la pierna afectada. Normalmente, en el momento de la lesión siente dolor en la zona interna de la rodilla, y después, cuando intenta caminar, nota como si la rodilla se “tambalease”. El deportista con un desgarro completo del LII puede referir paradójicamente muy poco dolor al realizar las maniobras, pero al mismo tiempo el médico observa una importante hiperlaxitud en ausencia de un diagnóstico definible. La tumefacción o el derrame articular suelen aparecer al cabo de varias horas de la lesión.
EL LIGAMENTO CRUZADO ANTERIOR
La lesión del ligamento cruzado anterior (LCA) es la patología ligamentosa más frecuente y grave de la rodilla. Esta lesión suele ocurrir después de un traumatismo directo; otras veces tiene lugar a consecuencia de una fuerza de torsión asociada a una lesión por desaceleración. Las lesiones se observan cuando un deportista cambia de dirección al correr y experimenta un “bloqueo” brusco de la rodilla. Las lesiones del ligamento cruzado posterior (LCP) son menos frecuentes y graves que las del LCA.
Están causadas por un traumatismo directo en la región antero superior de la tibia. Por ejemplo, cuando se da una patada a un karateka en la región de la rodilla mientras tiene el pie firme en el suelo, o cuando alguien cae hacia delante con la rodilla flexionada.
Con frecuencia el deportista nota un chasquido al lesionarse, cae al suelo notando un dolor intenso y es incapaz de seguir la competición. En un 60 a 70 por ciento de los deportistas aparece un derrame de sangre antes de 24 horas.
Para valorar una lesión del LCA pueden utilizarse varias maniobras, la más común de las cuales es la prueba del cajón anterior, que se realiza con la rodilla flexionada a 30 grados.
El explorador se arrodilla junto a la parte externa de la pierna afectada, con una mano estabiliza el muslo y, con la otra, realiza una tracción suave, pero firme, sobre la región proximal de la tibia. Si la tibia se desplaza hacia adelante, existe desgarro del LCA.
En todos estos casos, el único tratamiento a seguir es el quirúrgico, que demanda una recuperación que dura entre tres y seis meses hasta dar de alta al paciente.
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