miércoles, 8 de julio de 2015

Disléxicos adultos

Aunque en general son los niños con dislexia los que tienen más problemas para escribir, hasta ahora pocos estudios se habían centrado en este déficit que persiste en la edad adulta. Un equipo de científicos demuestra que los universitarios con dislexia presentan más problemas de escritura que otros con capacidad lectora normal. En general, cometen más errores y empiezan a escribir más tarde cada palabra. La dislexia se asocia con la dificultad para leer de los niños que confunden y alternan palabras, letras y sílabas. Sin embargo, a la hora de escribir, este trastorno sigue patente, aún en la edad adulta.

Para demostrarlo, un equipo de investigadores españoles ha diseñado un experimento con 40 adultos universitarios –20 disléxicos y 20 con capacidad lectora normal– de la misma edad y nivel educativo. Los participantes escribieron en una tableta gráfica palabras que les fueron presentadas visualmente (tarea de copia) y auditivamente (tarea de dictado).

“Estas palabras variaban en su frecuencia de uso, en su longitud y en su consistencia en la relación entre fonemas. Las palabras consistentes, como ‘palo’, están formadas por sonidos que sólo pueden escribirse de una manera; las inconsistentes incluyen sonidos que podrían corresponder a letras diferentes, como ‘vaso’, que podría escribirse con b por su sonido”, explica Olivia Afonso, investigadora en el departamento de Psicología Cognitiva, Social y Organizacional de la ULL.

Los resultados, publicados en Frontiers in Psychology, muestran que los alumnos con dislexia –personas muy formadas con un amplio contacto con el lenguaje escrito– siguen experimentando dificultades en este ámbito. No sólo cometen más errores, sino que además empiezan a escribir más tarde –tenían latencias de escritura más largas– y producen pausas más largas entre letra y letra.

“Aunque esto se observaba tanto en copia como en dictado, la diferencia era obviamente mayor en la copia, ya que a esta tarea hay que sumar a los problemas de escritura las ya conocidas dificultades en lectura que experimentan los disléxicos”, concreta Afonso, autora principal del trabajo.

El equipo de investigación analizó las características de las palabras que influían en la duración de las latencias y las pausas.

La conclusión es que el grupo con dislexia “mostraba efectos de frecuencia léxica y de longitud mucho mayores que los exhibidos por el grupo control”, señala la investigadora.

Con respecto al efecto de frecuencia, el grupo con dislexia tardaba especialmente en empezar a escribir palabras poco frecuentes. “Estos datos revelan que los disléxicos necesitan mayor exposición a una palabra para poder almacenarla en su léxico ortográfico”, añade.

En cuanto a la longitud de las palabras, el equipo observó que el grupo con dislexia se veía especialmente afectado por el número de letras que tenía.

CONCLUSIÓN

"Mostraba efectos de frecuencia léxica y de longitud mucho mayores que los exhibidos por el grupo control”, señala la investigadora.

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