Normalmente los medicamentos que ingresan al país, vía contrabando, tienen la supuesta “ventaja de ser económicos”. Sin embargo, el común de la gente los compra sin reparar en la fecha de vencimiento, la empresa que los produce, las condiciones de transporte y si mantienen una cadena de frío, etc.
En estas circunstancias, quienes trafican con la salud se dedican a ofertar tanto a familiares como a pacientes, medicinas de contrabando. Es penoso que se las ofrezcan por ejemplo, a precios hasta un 30% más bajos en los insumos para tratar la enfermedad del cáncer, en comparación con los que se encuentran en el mercado legalmente establecido.
En la generalidad se trata de medicamentos que no ayudan a la recuperación del paciente, puesto que sus componentes están adulterados. Este es un ejemplo dramático de las características de este tipo de venta, por la que ciertas personas u organizaciones mafiosas lucran con el dolor de la gente.
Ante esta realidad Farmacorp, entre otras empresas, ha desarrollado en Bolivia uno de los logros más grandes en el área de la venta de productos para salud: hoy se puede adquirir en sus locales, o en cada una de sus sucursales, las recetas de los médicos con la absoluta seguridad en el control de calidad. Junto a esto, se sabe que con cada peso que las personas gastan al comprar medicamentos, generan empleo, aportan al fisco, reciben factura y ayudan a los demás con los planes de gestión social, a favor de los grupos vulnerables de nuestra sociedad.
Pero lo importante radica en que, en un ambiente de sana competencia, los precios suelen ser más bajos, inclusive que en las farmacias de barrio. Por ello, el principal enemigo del empleo, del ingreso y del emprendimiento privado es el contrabando. En esta lucha, la tarea central es la del gobierno nacional, que debe precautelar por la seguridad nacional en torno a las importaciones de múltiples bienes, finales o intermedios.
El contrabando no solo daña la economía de un país, sino como se puede observar lo hace directamente con la salud de los bolivianos. Pero esta batalla está perdiéndose, porque gana la informalidad, la mafia y bajo las circunstancias ya descritas, lo hace con una facilidad única. No se puede seguir así, el contrabando de medicinas debe acabar, no hay que “ocultar la cabeza bajo la tierra” como lo hace el avestruz.
Hay instituciones dedicadas exclusivamente a defender los intereses de los ciudadanos, las cuales pagan sueldos a sus empleados con los impuestos que la gente, pero poco o nada hacen para proteger al pueblo que los eligió. Un conocido eslogan dice que “la salud es lo primero” y nos preguntamos ¿en Bolivia lo es?
Hay que ponerse a la tarea de reordenar las cosas en el país, comencemos por salud y educación, con o sin la aprobación del gobierno, que la iniciativa surja del consumidor, tendrá que ser el mercado el que encuentre el punto de equilibrio y esta si será una tarea de todos, por ello decimos que con la salud no se juega.
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