domingo, 10 de mayo de 2020

Tres ventajas bolivianas frente al coronavirus y un plan

Cuarentena, sí, pero en movimiento y al sol. Ésa es la tesis en la que bien puede resumirse una investigación que realizan investigadores de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA). Justo Zapata Quiroz, doctor PHD en química, lidera la iniciativa respaldado en el estudio de tres variables que van caracterizando la manifestación de la pandemia: radiación ultravioleta, tipo de sangre y edad asociada a los niveles de pobreza.

Día tras día, a medida que transcurren la expansión de la pandemia y las consecuentes cuarentenas, las tres variables mantuvieron sus tendencias. Las zonas del planeta donde más ha afectado el coronavirus tienen tres características: menos cantidad de luz solar, menor proporción de individuos con sangre “O”, o “universal”, y un alto índice de población adulto mayor.

Al respecto, los reportes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre la mortandad de la Covid-19 al comparar hemisferios resultan llamativos: de cada 100 muertos en el mundo, uno se produce en África, cero en Oceanía y cuatro en Sudamérica. O sea, 5, de cada 100 muertos, se registran en el hemisferio sur. Mientras tanto, 95 suman en el hemisferio norte, es decir, entre Asia (8 muertos), Europa (57 muertos) y Norteamérica (30 muertos). Valga un dato ilustrativo, entre varios otros: de cada 100 fallecidos entre Centro América y Norteamérica, 91 corresponden a EEUU, 5 a Canadá, 3 a México y solo 1 es centroamericano.

Esta tendencia se ha mantenido desde marzo. En el estudio se está trabajando con la cifra de muertos porque, por el problema de las pruebas, la cifra de positivos resulta poco fiable. Surge entonces la interrogante que marca la investigación: ¿Cuáles pueden ser las causas para que el virus sea especialmente letal en zonas donde, curiosamente, están países que ostentan los mejores sistemas sanitarios?



LA LETALIDAD DE LA COVID-19


“La primera constatación es que cuando cursa el invierno en el hemisferio norte el escenario es el peor –explica Zapata–. Si vamos a Sudamérica, y vemos los países del sur, entre Paraguay, Uruguay y Bolivia, sumamos el 1 por ciento de los muertos en el subcontinente. Y si vamos a la propia Bolivia, los departamentos del sur, es decir, Tarija, Potosí y Chuquisaca, registran el 3 por ciento de los muertos. Mientras tanto, Beni, Pando y Santa Cruz tienen el 59 por ciento de las muertes. Acá vemos que además influye el tema de la altura, lo que tiene también que ver con el factor que primeramente advertimos: el sol”.

Las observaciones de Zapata y su equipo coinciden con las de una importante autoridad estadounidense. William Bryan, asesor sobre ciencia y tecnología del Departamento de Seguridad Nacional, reveló hace dos semanas un estudio sobre la importancia del sol en la eliminación del virus. "Nuestra observación más sorprendente hasta la fecha es el poderoso efecto que la luz solar parece tener sobre la muerte del virus, tanto en la superficie como en el aire –dijo Bryan–. La temperatura y la humedad también afectan en cuanto tiempo sobrevive el virus. (…) En suma, el virus se destruye más rápido en presencia directa de la luz solar”.

Si bien la información fue mal utilizada luego por el presidente Donald Trump, en otro de sus despistes verbales, sumó pautas significativas para diversas investigaciones. Según el informe, sin exposición al sol, a una temperatura de 20 a 23 grados centígrados y 20 por ciento de humedad, el virus sobrevive 18 horas en la superficie. En esas condiciones, pero a 80 grados de humedad, sobrevive 6 horas. En cambio, con luz solar, y 20 por ciento de humedad, sobrevive apenas dos minutos. En el aire, sin sol y manteniendo las condiciones, el virus subsiste activo, cerca de una hora, pero con sol, menos de 1,5 minutos.



UN AMBIENTE EQUIVOCADO


“Imaginemos a esas personas que han contraído la Covid-19 que están encerradas y además usan barbijos –reflexiona Zapata-. Sus virus están súper activos contra ellas y su entorno. Diferente sería si realizaran la cuarentena, aislados de otras personas, sí, pero al sol, expectorando y, de ser posible, haciendo ejercicio. Los virus tendrían el peor escenario para multiplicarse. Necesitamos una cuarentena al sol, en espacios abiertos, y con el menor uso de barbijo posible, obviamente con todas las precauciones del caso”.

La explicación que encuentran los científicos sobre el impacto solar radica en la intensidad de la radiación ultravioleta del tipo B. Ésta destruye al coronavirus. Los lugares del planeta donde es más fuerte su intensidad resultan Mongolia y la región comprendida entre el sudoeste de Potosí, el sur de Perú y el norte de Chile (la escala normal es de uno a 11, pero en esas zonas suele llegar a 23). Además, resulta mayor en zonas altas, como los Andes, y menor en las que se aproximan al nivel del mar. Y, finalmente, hay ventaja si se recuerda que los inviernos en el norte del planeta carecen de sol, mientras que en el sur casi no falta el astro rey. No falta, sobre todo, en los países cercanos a la línea del Ecuador.

Pero a la ventaja solar se suma una segunda que, en investigaciones coincidentes, establecieron científicos de Francia, EEUU y China: es altamente probable que la Covid-19 afecte más a personas que tienen el tipo de sangre “A” mientras que su efecto es mucho menor en quienes tienen la sangre “O”. A esa conclusión llegó, por ejemplo, una investigación publicada el 17 abril que fue realizada por científicos de Pekín, Wuhan, Shenzhen y Shanghái. En ella fueron sometidos a sus pruebas unos 2.000 pacientes de tres centros hospitalarios chinos (uno de Shenzhen y dos de Wuhan). A conclusiones parecidas llegó un trabajo de la Asociación Estadounidense de Cardiología.

Y en Bolivia, como en América Latina, es decir, de México hacia el sur, entre el 90 y 95 por ciento de la población tiene sangre tipo “O”. Mientras tanto, en el norte de EEUU y Canadá los porcentajes varían entre el 75 y más del 40 por ciento. Y lo propio pasa en Asia y Europa, sobre todo en la región comprendida entre Francia, Italia y España. Los científicos aún no han logrado explicarse las razones del fenómeno.



LA POBREZA A FAVOR


El tercer factor que, paradójicamente, cuenta a favor de los bolivianos y otros países tiene que ver con la edad y la pobreza. “Las condiciones de salubridad, en países pobres como Bolivia, Haití y del África subsahariana, son tan deficientes que las poblaciones están expuestas a todo tipo de bacterias y virus –dice una de las partes de la investigación de los científicos de la UMSA–. Por ello que, los sobrevivientes han desarrollado sistemas de autoinmunidad más eficientes y eficaces que las poblaciones del primer mundo. Por otro lado, considerando que el coronavirus ataca más a los ancianos que a los jóvenes y que la población de los países pobres es más joven que la de los países ricos, es de esperarse que la población de los países pobres, por ser más joven, sea menos susceptible al efecto del coronavirus”.

Según datos oficiales de la OMS, en Europa, la edad promedio es de alrededor de 46 años y la esperanza de vida mayor a 80 años. Mientras tanto, en Mozambique la edad promedio es de 18 años y la esperanza de vida es de 55 años. En ese país, a tres meses de haberse detectado la enfermedad, no hay ni un muerto por la Covid-19. En Zambia son apenas tres y en el Congo 16.



UN PROYECTO ANTICORONAVIRUS


Pero, para efectos terapéuticos, el aspecto más importante del estudio apunta a la denominada “cuarentena con sol”. “Considero que resulta clave el que las personas que hayan enfermado de coronavirus así como los grupos más susceptibles de contraerla, eviten los lugares cerrados –remarca Zapata-. Algunos casos, como el de Eucaliptus en Oruro, resultan evidentes. Fueron personas confinadas en un solo ambiente que producían y reproducían sus virus y afectaban a sus allegados. Igual pienso en el riesgo de policías, militares y personal de salud que, por su tipo de organización, comparten lugares cerrados”.

Y la denominada “cuarentena con sol”, incluso proyecta un lugar de terapia anti Covid-19. Reconocidos por su alta capacidad de eliminar virus y bacterias y además por su continua recepción de radiación los salares podrían albergar a los afectados por la pandemia. Según se sabe, un proyecto piloto elaborado por el activista Milton Lérida y el empresario Teodoro Colque busca consolidarse en el salar de Uyuni. Allí se buscaría que la combinación de las sales y la fuerza solar permitan, en ambientes debidamente organizados, potenciar la recuperación de los pacientes. Lejos de recibir resistencias, la iniciativa ha motivado importante respaldo en la región, y tiene eco en los investigadores de la UMSA.



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