Único y extraordinario fue el triple descubrimiento realizado por el médico e investigador brasileño Carlos Chagas en 1909 de identificar la enfermedad que lleva su nombre, el parasito Trypanosoma cruzi (T cruzy) causante de la enfermedad y el insecto vector transmisor del parasito al ser humano.
La enfermedad no es casual y sólo podía haber derivado de una emocionante historia natural desarrollada en el continente americano desde épocas remotas con un desenlace que converge en ciclos y hechos biológicos, arqueológicos, históricos y de la propia salud pública.
Para entender estos procesos, nos remontamos a muchos siglos antes de nuestras culturas precolombinas, en un escenario amplio de la naturaleza exuberante de nuestra América, rica en flora y fauna. Es en el ciclo silvestre que el parasito T cruzi se transmite entre una gama amplia de animales (mamíferos, roedores y marsupiales) a través de insectos chupadores de sangre comúnmente llamados “vinchucas”, provocando una parasitemia en los animales.
Sin embargo, la ocupación progresiva y el asentamiento de poblaciones humanas en los espacios silvestres probablemente desencadenaron un desequilibrio en los nichos ecológicos provocando el alejamiento de los animales silvestres, fuente natural de alimentación de las vinchucas. En remplazo, el ser humano pasa a ser la fuente principal de alimento de éstas y consecuentemente receptor del parasito T cruzi, agente etiológico de este mal silencioso.
FIG 1.
Existen evidencias paleo-parasitológicas y lingüísticas que sugieren que la domiciliación de la vinchuca Triatoma infestans (T infestans) y la transmisión del parasito T cruzi al hombre hayan ocurrido en épocas precolombinas. Entre algunos ejemplos que facilitaron los procesos de domiciliación del vector podemos citar las características y el material de construcción utilizado por el hombre, que fue la arcilla amasada (adobe); la domesticación de animales, como el caso de la cría domestica del cuy silvestre y/o conejillo de indias (Cavia porcellus); y varias palabras que describen al vector doméstico en las lenguas de las culturas andinas ancestrales. “Vinchuca” es, por ejemplo, el nombre del insecto en Quechua y significa “dejarse caer”, reflejando así la costumbre que tiene de soltarse del techo durante la noche y caer sobre las camas para alimentarse de la sangre de las personas que duermen.
Diversos estudios indican que la región de los valles mesotérmicos de lo que actualmente es Bolivia es el centro de origen de una de las especies de vinchuca más exitosas en colonizar viviendas y transmitir el parasito al ser humano, el T infestans.
FIG 2.
Es probable que esta especie de vinchuca, a partir de su región de origen, fue dispersándose con mayor ímpetu desde la época de los incas en los poblados de la América occidental a través de la extensa red de caminos denominada “Qhapaq Ñan”, que significa “camino principal” en quechua.
La red vial o “Qhapaq Ñan” constituyó la obra tecnológica más importante de la América prehispánica dirigida a la integración territorial en zonas de compleja y diversa geografía. Esta extensa red fue construida y mejorada a partir de antiguos caminos utilizados por sociedades anteriores. Entre las más importantes culturas están los Chimú, Wari, Nazca y Tiwanacota.
La red caminera con más de 40 mil km se extendía desde el sur de la actual Colombia hasta el sur de Chile y Argentina, y estaba organizada en dos ejes longitudinales y múltiples ejes transversales, de la sierra a la costa, o del altiplano a los valles. Se trataba de un sistema integral de desarrollo, producción, almacenamiento, intercambio, control territorial y permanentes flujos migratorios. Pocos caminos secundarios de esta extensa red vial se bifurcaban a la región oriental o tierras bajas, por lo que se podría inferir que existía una “frontera” de poca interacción con estas regiones.
La influencia de estas redes viales en los flujos migratorios de las poblaciones occidentales podría estar reflejada también en los descubrimientos paleo-parasitológicos sobre el origen de la enfermedad de Chagas en las poblaciones andinas. Lesiones patológicas identificadas en momias del sur de Perú y del norte de Chile (desierto de Atacama), compatibles con la enfermedad de Chagas que datan de hasta 9 mil años, constataron la infección chagásica y sus secuelas. Posteriormente, estos diagnósticos se confirmaron detectando material genético del parasito T cruzi en las momias andinas, empleando técnicas de biología molecular.
FIG 3, 4.
El “Qhapaq Ñan” también podría haber influenciado fuertemente en la dispersión de la vinchuca T infestans. Esta hipótesis nace en los valles de Cochabamba al sur de la ciudad de Quillacollo, sobre las colinas alrededor de la laguna Cotapachi. Es en esta zona se encuentra uno de los sitios arqueológicos incaicos más importantes de Bolivia y Sudamérica llamado Qollqas por los incas.
Se trata de un enorme complejo de silos montado para el acopio de maíz que se producía en la zona, siendo por su capacidad una de las más grades del imperio Incaico-Tawantinsuyo. Ocupa una superficie de aproximadamente 95 hectáreas. Fueron erguidas ordenadamente en filas sumando más de 3 mil unidades circulares (2,80 a 3,50 m de diámetro promedio).
Un elemento clave sobre el origen y dispersión de T infestans se asienta en la identificación de los “focos silvestres” y de su participación en la infestación de viviendas. Es justamente en las colinas de esta zona arqueológica e histórica de Cotapachi que se descubre uno de los focos de la vinchuca T infestans silvestre más importantes de la región (elevadas densidades del vector encontradas en el sitio) que podría haber participado no sólo en el proceso de domiciliación, sino también en su dispersión pasiva, viajando por acarreo a otros sitios en las caravanas de llamas cargadas de productos, bienes y enseres de los originarios.
Según fuentes del siglo XVI, parte significativa de lo almacenado en las Qollqas de Cotapachi fue trasladada por el “Qhapac Ñan” en caravanas a Cusco, Perú. Pero también se viene sosteniendo que debió sustentar al Ejército en incursiones y conquistas de otros valles, yungas y especialmente tierras bajas del sureste de lo que hoy es Bolivia y Argentina.
FIG 5.
Estos hallazgos referentes al parásito y al vector de la enfermedad de Chagas en la antigüedad serían las primeras evidencias asociadas al “Qhapaq Ñan”, lo que lleva a inscribir también su importancia de este patrimonio mundial en la difusión de esta enfermedad en las poblaciones de la América meridional.
En la época de la Colonia y la República, los relatos de algunos cronistas dan cuenta de las picaduras de las vinchucas y sus trastornos. Alrededor del año 1590, uno de los primeros registros sobre la vinchuca corresponde a Fray Reginaldo de Lizárraga, quien durante su inspección a los conventos de la región de Perú, Bolivia, Chile y Argentina describió la presencia y los hábitos de las “vinchucas” en el valle de Cochabamba.
Fray Reginaldo de Lizárraga escribió: [...] "tienen un aguijón casi invisible con que pican, y tan delicadamente que no se siente, de noche, después de apagada la lumbre (...) o bajan por las paredes o del techo, se dejan caer a peso sobre el rostro o cabeza del que duerme. Las que bajan, pican en las piernas, las que se dejan caer, en la cabeza y el rostro. (...) helo visto por experiencia; son torpes de pies por los tener largos y delgados y llena la barriga con la sangre que han chupado, no pueden andar. [...] “.
Charles Darwin, durante su estancia en América del Sur el año 1835, describió su paso por Mendoza, en la actual Argentina. Darwin describió: "No pude descansar por haberme visto atacado (empleo de propósito esta palabra) por un numeroso y sanguinario grupo de las grandes chinches negras de las pampas, pertenecientes al género ‘Benchuca’, una especie de reduvius. Difícilmente hay cosa más desagradable que sentir correr por el cuerpo estos insectos, blandos y sin alas, de cerca de una pulgada de largo.
Antes de efectuar la succión son muy delgados, pero después se redondean y llenan de sangre, y en este estado se los aplasta con facilidad. (...) La herida no causaba dolor. Era curioso observar su cuerpo durante el acto de la succión, y ver cómo en menos de 10 minutos se cambiaba desde plano como una oblea en redondo como una esfera. El festín que una ‘Benchuca’ debió a uno de los oficiales la conservó gorda durante cuatro meses enteros; pero después de los 15 primeros días estuvo dispuesta a darse otro hartazgo de sangre".
Se presume que Darwin podría haber muerto de cardiopatía chagásica si se tiene en cuenta tanto su relato como su deceso por insuficiencia cardiaca congestiva.
Existen indicios de que la gran expansión de la endemia chagásica en la América meridional ocurrió después del siglo XVIII a través del crecimiento poblacional y de los movimientos migratorios con mayor intensidad hacia las fronteras de producción de ese entonces, determinados por fenómenos políticos y económicos.
La introducción de la vinchuca a Uruguay, alrededor del siglo XVIII, parece depender del intenso intercambio comercial y de la fuerza de trabajo con Argentina. La historia de T infestans en Brasil va aferrada a los contingentes colonizadoras de agricultores de arroz y trigo en el sur del país, propagándose posteriormente para Sao Paulo, donde se incrementaban los cultivos de caña de azúcar y café. En los últimos años del siglo XIX, la expansión de los cultivos de café llevaron a T infestans de Sao Paulo al sur de
Minas Gerais y el norte de Paraná. Más tarde se expandió para Goiás y Bahía, alcanzando el nordeste de Brasil después del año 1950.
La Bolivia del siglo XIX se caracterizó por la dinámica poblacional y el aumento de la concentración de centros poblados adyacentes a las principales capitales políticoadministrativas de la época, centros mineros, regiones de importancia agrícola, que permanecieron conectados e integrados en una dinámica comercial. El crecimiento demográfico observado en esta época estuvo acompañado probablemente del aumento de la densidad de vinchucas en las comunidades originarias, configurando de esta forma lo que hoy denominamos “el área endémica de chagas”, que comprende parte de los departamentos de La Paz, Cochabamba, Chuquisaca, Potosí, Tarija y Santa Cruz.
FIG 6.
Los inicios del conocimiento científico de la enfermedad de Chagas en Bolivia
El conocimiento científico de la enfermedad de Chagas en Bolivia se inicia en 1916, cuatro años después del célebre descubrimiento de Carlos Chagas. Las primeras investigaciones relacionadas a la enfermedad en Bolivia fueron realizadas por el investigador brasileño Arthur Neiva, reportando por primera vez vinchucas domiciliadas e infectadas por el parásito T cruzi en la localidad de Sococha, provincia Modesto Omiste del departamento de Potosí.
Uno de los investigadores que realizó el mayor aporte al conocimiento inicial y que dejó sentada las bases epidemiológicas de la enfermedad en nuestro país fue el médico boliviano Rafael Torrico (1905-1978+).
El año 1946, Torrico describe el primer caso agudo de la enfermedad de Chagas en Bolivia, en una niña de 14 años de la provincia rural de Capinota. La niña presentaba un edema en el párpado superior (signo de Romaña), sitio donde la vinchuca había picado e infectado y un cuadro de alteración cardiaca.
FIG 8
También este mismo año, se le atribuye el descubrimiento de los primeros focos silvestres de vinchucas T infestans en afloramientos rocosos localizados en la colina de El Abra, al sudeste de la ciudad de Cochabamba. Las vinchucas se encontraban en nidos subterráneos de roedores silvestres comúnmente conocidos como “k´ita qowis” (Galea musteloides), manteniendo un ciclo silvestre de infección del parasito T cruzi entre el roedor y el insecto.
Fueron innúmeros los estudios publicados por el Dr. Torrico referentes a la problemática del chagas en Bolivia. En 1959, en el Congreso Internacional sobre la enfermedad de Chagas, en Río de Janeiro, Brasil, Torrico escribió: "En la actualidad son pocos los médicos que piensan en la enfermedad de Chagas y aún hay quienes niegan su existencia y contemplan escépticos la abundancia de vinchucas en las viviendas, terminando por englobar sus diagnósticos bajo etiquetas de diferentes patologías".
El 23 de septiembre de 2009, año conmemorativo de los 100 años del descubrimiento de la enfermedad de Chagas, el Programa Nacional de Chagas declara al Dr. Rafael Torrico “pionero en la investigación científica de la enfermedad de Chagas en Bolivia”, en reconocimiento a su labor científica por el bien de la salud del pueblo boliviano.
El desafío de vencer la enfermedad de Chagas en nuestra región
A nivel internacional, “La Iniciativa de los Países del Cono Sur para la eliminación del Triatoma infestans y Control de la Transmisión Transfusional de Trypanosoma cruzi” (Incosur-Chagas), creada en 1991 por decisión de los ministros de Salud de América del Sur y el apoyo técnico de la Organización Panamericana de la Salud (OPS/OMS), significó un compromiso internacional para que las acciones de control tuvieran la dimensión de un programa de alcance nacional.
El compromiso regional asumido por los países integrantes del Incosur-Chagas se plasma en los logros alcanzados en los últimos 20 años. Uruguay, Chile, Brasil, parte de Argentina y Paraguay fueron certificados por la interrupción de la transmisión vectorial del parasito T cruzi por la vinchuca T infestans, modificando de esta forma e irreversiblemente el área de distribución de T infestans en el Cono Sur de nuestra América meridional.
FIG 7.
Bolivia, el país más flagelado por este mal, estructuró el Programa de Chagas en seis departamentos y priorizó sus acciones de prevención y control de la enfermedad a nivel nacional a partir del año 2000 con apoyo de organismos internacionales. Las acciones integrales asumidas por el país resultaron en importantes logros. Actualmente la lucha contra el chagas tienen como marco jurídico la Ley de Chagas Nº 3374 del 23 de marzo del 2006 en la que se declara “prioridad nacional la prevención y el control de la enfermedad de Chagas en todo el país”.
En la actualidad existe una necesidad imperiosa de completar los esfuerzos realizados hasta el momento: en la región de los valles de Bolivia de encarar intervenciones integrales con miras a iniciar procesos de certificación del corte de la transmisión vectorial, y en la región del chaco boliviano de desarrollar intervenciones sostenidas en control vectorial para disminuir la infestación de vinchucas en las viviendas.
Estamos en un momento histórico de inflexión referente a la problemática del chagas en Bolivia. Los antecedentes técnicos y los logros alcanzados por el país en la última década son relevantes, dejando una sensación de optimismo para el futuro, pero no cabe duda, de que el futuro del país referente a esta problemática, dependerá de la voluntad política y la participación activa de todos los sectores involucrados en esta noble labor que es la de trabajar por nuestra población más necesitada, donde este mal silencioso continúa actuando.
Como ya fue señalado por Carlos Chagas hace mucho tiempo: [...] "más que las innovaciones técnicas, la superación definitiva de la enfermedad de Chagas humana implica, sobre todo, voluntad política y responsabilidad social".
“Resumen extraído del artículo científico principal”.
(*) El autor es Consultor CEADES Salud y Medio Ambiente, Especialista en Entomología Médica M.Sc.; PhD. en Biología Parasitaria, Ex Responsable del Programa Nacional de Chagas, Bolivia rojascortez@gmail.com
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