A pesar que este término no es clínico ni común, no se descarta el hecho que existe una combinación devastadora del embarazo con la anorexia.
Presión social
En la actualidad existe una presión social por estar delgada y en forma, y existe una obsesión por el físico y el culto a la imagen, lo que provoca entre las embarazadas nuevas y peligrosas situaciones. Y es que cada vez es mayor el desfile mediático de celebridades y modelos embarazadas con cuerpos ultra delgados y pancitas perfectas y apenas visibles a pocas semanas de dar a luz. El mensaje que envían fotos y publicidades es que una mujer embarazada es bella si mantiene su forma. Esta presión mediática influye sobre las mujeres en etapa gestacional. El embarazo implica toda una serie de transformaciones en el cuerpo de una mujer. Si bien el aumento excesivo de peso es perjudicial para la salud, una excesiva delgadez y una dieta estricta pueden traer problemas para la salud del bebé, provocando crecimiento lento, bajo peso al nacer y partos prematuros, entre otros.
Las mujeres que viven bajo la dictadura de la pregorexia, racionan al límite las calorías para que su anatomía sufra el menor cambio posible. Pero también existe el caso de mujeres que viven a dieta eterna toda la vida y que afrontan el embarazo como una barra libre alimentaria y que, en lugar de aumentar diez kilos suben 22, con el riesgo que también supone el exceso de peso para el parto.
Roger W. Harms, médico de la Clinica de Mayo, explica que a pesar que la pregorexia existe, es muy rara.
“De hecho, la investigación demuestra que hay más mujeres que ganan demasiado peso durante la gestación que mujeres que no aumentan lo suficiente”, afirma Harms.
Cuidar la salud, comer sano, mantener una actividad regular y controlar los kilos aumentados durante el embarazo es importante… pero cuando esto se convierte en una obsesión, que nubla el juicio y razonamiento, estas frente a un serio problema.
Más allá de un bocado menos
Para las mujeres que tienen un ideal de belleza basado en los cánones de la moda “ultra-delgada”, el necesario aumento de peso que el embarazo implica puede ser un punto crítico y problemático.
Si una mujer sufrió un trastorno alimenticio en el pasado, el embarazo puede agravar el desorden y el periodo post parto puede multiplicar su intensidad.
“El riesgo de sufrir pregorexia es mucho más alto en mujeres que tienen un historia de desordenes alimenticios”, explica Harms.
Te preguntarás, ¿qué mujer es capaz de hacer eso? La respuesta es compleja, ya que los trastornos alimenticios son un desorden psicológico que necesitan tratamiento y terapia, y que, al igual que muchas adicciones y problemas psicológicos, la persona que la padece no tiene control sobre el desorden; por el contrario, él desorden controla al que la sufre.
Hay una amplia variedad de irregularidades en la conducta alimenticia (diagnosticados como desorden alimenticio no específico) y estos pueden o no ajustarse a un diagnóstico de un desorden alimenticio específico, como la anorexia o la bulimia nerviosa.
Cada caso es único e individual. El paciente puede no presentar los “síntomas clásicos” de la anorexia o bulimia, pero igual sufre un desorden de la alimentación, el que involucra serios problemas y una relación enfermiza con la comida y la imagen corporal.
“Sin importar lo que la balanza dice, algunas mujeres se preocupan excesivamente sobre su ganancia de peso y experimentan problemas con su imagen corporal durante el embarazo”, explica Harms.
Las mujeres que padecen un desorden de la alimentación se sienten insatisfechas con su cuerpo o su peso. Por otro lado, la raíz de este desorden alimenticio se puede encontrar en el proceso de querer ser perfecta y por la incapacidad de enfrentar emociones o experiencias difíciles.
Asimismo, hay mujeres que no quieren perder control sobre su cuerpo y peso, incluso durante la gestación, y hay mujeres que durante el embarazo experimentan una sensibilidad exagerada a los cambios que ocurren en las formas de su cuerpo, pero para las que sufren un desorden alimenticio, esta “sensibilidad” puede ser abrumadora y puede llevar a comportamientos dañinos.
Expertos creen que una de cada 20 mujeres sufre un desorden alimenticio, de distinta índole, durante el embarazo. Pero el secretismo, la vergüenza y la negación, comportamientos comunes de pacientes con problemas de la alimentación, hacen que muchas oculten su condición.
Consecuencias
¿Los riesgos de este trastorno? Muchos y muy graves. Aparte del bajo peso del bebé al nacer o el nacimiento prematuro y crecimiento retardado, se pueden producir problemas respiratorios o sensoriales, defectos físicos y las consecuencias de la falta de azúcares en el sistema nervioso del bebé. A largo plazo el niño puede presentar un cociente intelectual más bajo de lo normal debido a la falta de vitaminas, así como un probado efecto rebote que, a la larga, convierte al bebé en un futuro obeso con el índice metabólico alterado.
La mujer puede sufrir problemas durante el parto como hipertensión, depresión post parto, anemia y sangrado vaginal.
Las madres pueden sufrir deficiencia de nutrientes vitales como aminoácidos, proteínas, vitaminas y minerales vitales como calcio y hierro; un aporte insuficiente de hierro generará anemia, a la vez que un bajo aporte de calcio aumentará la velocidad de degradación ósea con su consecuente osteoporosis. /
QUICKIE
Una mujer es 12 veces más propensa a desarrollar anorexia si su madre o hermana la sufren o padecieron. Si la madre tiene una relación enfermiza con la comida, el hijo/a adoptará los mismos hábitos y comportamientos.
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