Generalmente pensamos que el corazón es el órgano vital por excelencia, sin el cual la vida es imposible, simbolizando la vida misma. Pero la función del corazón puede ser reemplazada por una aparato mecánico, en este caso una especie de turbina con una serie de rotores que bombea la sangre de manera continua sin producir un pulso.
Los médicos probaron esta tecnología de punta de lanza en vaquillas, logrando que estas vivieran de manera natural, comieran y defecaran sin tener un corazón. El año pasado se presentó el caso del paciente Craig Lewis, a quien, in extremis, tuvieron que extraerle el corazón e insertarle un sistema de turbinas.
El excelente corto Heart Stop Beating documenta el trabajo de estos vanguardistas médicos y su exitoso procedimiento dando vida a un hombre sin corazón. “Si escuchas su pecho con un estetoscopio, no escucharías un latido. Si examinas las arterias, no habría pulso, si lo conectaras a un electrocardiograma mostraría una línea recta. Bajo todos los criterios convencionales que usamos para analizar a los pacientes, está muerto”, dice Cohn. Y, sin embargo, vive.
Este extrarordinario reemplazo de un órgano con una máquina nos hace pensar en la posibilidad cada vez más latente de incorporar artefactos tecnológicos al cuerpo humano para mejorar nuestro desempeño. Es posible que en algunos años esto se pueda hacer también con el cerebro, donde podremos tener una interfaz que nos permita tener una memoria perfecta o aumentar la velocidad de nuestro razonamiento.
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