La sal se encuentra en cualquier cuerpo vivo y, junto con otras sales minerales, brinda energía, fortaleza y resistencia a los órganos. Según la Organización Mundial de la Salud, nuestras necesidades son de aproximadamente 6 gramos por día solamente, incluyendo en esa cantidad la sal de los alimentos. A pesar de que la naturaleza ha montado un mecanismo perfecto, capaz de eliminar el excedente de sal por los riñones, los desequilibrios repetidos entre la ingestión/excreción de la sustancia terminan por alterar este equilibrio. Los trastornos derivados del uso abusivo de sal se conocen desde principios de siglo, cuando se investigaron las causas de los edemas, de la insuficiencia cardíaca, de la cirrosis y de las enfermedades renales. Después se comprobó que la sal agravaba, e incluso provocaba, la hipertensión arterial. En el embarazo, cuando la mujer presenta un excesivo aumento de peso, se justifica la reducción en la ingesta de sal.
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