“Estas enfermedades no transmisibles no se producen por contagio, son consecuencia de factores alimenticios, ambientales, psicológicos y genéticos. Entre ellas están la diabetes, hipertensión, cardiopatías, nefropatías y diferentes tipos de cáncer”, explicó a Femenina el ingeniero de Alimentos, Guillermo Tapia.
El profesional comentó que lleva cerca de dos décadas trabajando en este campo y los resultados que obtuvo evidencian que el consumo de alimentos en Bolivia no es el adecuado para su genética ni para su cultura. “Se debería aprovechar aquellos que sí son óptimos. Cerca del 80 por ciento de los productos de la canasta familiar deberían ser consumidos con menor frecuencia”.
Tapia recuerda que hace 15 años no se conocía la nutrigenética y tampoco la nutrigenómica, ciencias que analizan la alteración de los genes, producto del consumo de alimentos que son los responsables de desencadenar enfermedades crónicas no transmisibles.
El profesional aseguró que la mala alimentación puede generar cerca del 60 al 70 por ciento de los factores de riesgo, en relación con los genéticos que causan del 10 a 15 por ciento, al igual que los problemas de contaminación ambiental y psicológica.
EDADES
Mucha gente supone erróneamente que sólo las personas de la tercera edad sufren de estos padecimientos lo cual es falso, porque se han visto a niños e infantes con una elevada prevalencia de sobrepeso y obesidad.
“En secundaria, los estudiantes ya tienen problemas de sobrepeso y grasa mal localizada que influye directamente en el desarrollo de nefropatías o problemas neuronales, que son cada vez más frecuente”, afirmó Tapia.
La incidencia del sobrepeso comienza en la infancia, con la ingesta de alimentos inadecuados y se acentúa entre los 20 y 30 años, con la prevalencia de patologías, en mujeres, como el cáncer de mama que en los últimos 4 años ha aumentado en el país, debido a la mala alimentación, falta de actividad física y contaminación ambiental, entre otros factores.
PREVENCIÓN
Para prevenir las enfermedades crónicas se toman en cuenta varios factores, como la diferencia genética y los distintos pisos ecológicos: altiplano, valles, llanos y trópico. La Paz tiene 3 zonas bien definidas, algunas compartidas con Cochabamba y Oruro, cuyas poblaciones presentan una genética diversa.
La diversidad genética que tiene Bolivia hace que se puedan crear dietas óptimas para cada región, de esta manera se busca reducir considerablemente las enfermedades no trasmisibles y optimizar el consumo de agua.
“Se debe cuidar que el agua no esté contaminada con metales y otros elementos. El consumo de líquido será acorde con el peso: en adultos 2 litros y medio, y en los niños un litro y medio, como promedio”, afirmó Tapia.
Si se hace ejercicio se puede consumir agua antes, durante y al finalizar esta práctica. Incluir mates como los de coca, diente de león y muña es importante, pero no manzanilla, porque genéticamente es adecuado sólo para la población europea.
“La compatibilidad genética del boliviano es adecuada para los jugos de tuna, chirimoya, asaí y acerola, pero no para los zumos de naranja, mandarina y durazno. Por esta razón se puede combinar agua, mates y frutas para que el cuerpo esté bien hidratado”, aseveró Tapia.
Los alimentos con mayor compatibilidad genética en el país y el mundo son la quinua, porque no provoca alergias y es libre de gluten, manteniendo un equilibrio en sus nutrientes. Al igual que la cañahua y el amaranto.
“Los cereales de mayor compatibilidad genética son el maíz, avena, sorgo y mijo, estos dos últimos de origen africano. En hortalizas están el tomate, acelga y brócoli. Entre las leguminosas apropiadas para el consumo están el garbanzo, arveja, soya, poroto rojo y negro”, dijo el experto en alimentos.
El consumo del poroto disminuye la grasa corporal, facilita el metabolismo, previene el cáncer de colon, rectal y gastrointestinal, por su adecuado contenido de proteínas; en este último tiempo Santa Cruz ha logrado rescatar este alimento para su consumo interno.
Tapia aconseja que los bebés de 7 a 8 meses puedan consumir quinua en su merienda diaria con arvejas o amaranto sin mayores complicaciones. “El problema de la compatibilidad comienza en el vientre, cuando la madre consume cierto tipo de alimentos y durante la lactancia materna al introducir lácteos, se produce un efecto cascada de presensibilización que podría desencadenar alergias en la infancia”, finalizó.
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