Las personas sienten que pierden la estabilidad, que las cosas dan vueltas a su alrededor, que se caen, que las piernas tambalean, que la cabeza está embotada. Van de consultorio en consultorio en busca de una respuesta, pero la dificultad se duplica porque la solución no aparece y la calidad de vida empeora. Las causas de estas manifestaciones son muchas, las descripciones de quienes las padecen son difusas y muchos profesionales no están capacitados para dilucidar el enigma que se les plantea; como corolario, el 80 por ciento de las personas que sufren vértigos y mareos no reciben el diagnóstico correcto.
Ante todo, vale tener muy presente que se trata de síntomas, y que por lo tanto, no tienen entidad de enfermedad; su presencia indica que algo no funciona bien, y eso puede deberse a distintos factores.
A QUÉ LLAMAMOS VÉRTIGO
Se denomina vértigo a la sensación de giro o de traslación, o de sentir que el cuerpo está inclinado. Esto puede durar segundos, minutos, horas o incluso días. A veces pueden sentirse zumbidos, pérdida auditiva o sensación de oído tapado. Como fuere, siempre indica una afección del sistema vestibular (en el oído interno), que está relacionado con el equilibrio y el control espacial.
Se reconocen tres tipos de vértigo. El sostenido, que suele desarrollarse en adultos, entre 30 y 60 años, y que se caracteriza por un ataque continuo asociado a un desequilibrio de la postura. Quienes lo padecen, al
principio sienten que se caen, y pueden tener náuseas y vómitos. En la mayoría de los pacientes la recuperación se produce entre la primera y la sexta semana de haberlo sentido.
El posicional es el más frecuente. Se caracteriza por dar ataques súbitos que duran muy poco. La mayoría se recupera en dos meses, pero algunas personas sufren recurrencias en forma periódica durante años. Puede producirse por el desprendimiento de otoconias, cristales de carbonato de calcio que se encuentran en la membrana del oído interno.
El vértigo recurrente es severo, postra a quienes lo padecen y dura horas. En general también tienen la sensación de oído tapado, de pérdida de la audición y tinnitus (notar golpes o sonidos que no vienen de afuera). Aunque no es fácil de reconocer, la mayoría de las veces estos síntomas resultan de la enfermedad de Ménière.
Aunque a simple vista parece algo fácil de detectar, la realidad muestra lo contrario, ya que las sensaciones son difíciles de describir y no todos los profesionales están preparados para encontrar la respuesta frente a palabras tan imprecisas. Por lo tanto, las personas suelen vagar de especialista en especialista mientras su vida cotidiana se deteriora hasta convertirse en un calvario. “En 2010 empecé con una especie de vértigo y poco a poco fue empeorando. Sentía que me caía de la cama, prácticamente no dormía, miraba las baldosas de la vereda y no las veía. Me hicieron análisis de todo tipo. Tres años estuve dando vueltas por consultorios, no podía salir sola a la calle”, cuenta Lidia Raggi, ama de casa. Cuando por fin llegó al profesional correcto, le diagnosticaron desprendimiento de otoconias y bastaron unos ejercicios específicos para que pueda volver a salir sin compañía de su casa.
¿Y LOS MAREOS?
Los mareos están menos clasificados. A grandes rasgos, pueden deberse a causas neurológicas u otras, y el espectro es tan amplio que abarca desde la ingesta de un remedio hasta un principio de ACV (Accidente cerebrovascular). Por caso, cuando se trata de algo neurológico, se divide a su vez en causas psicológicas, como cuadros de ansiedad o trastorno de ánimo, y en presíncope, que suele vincularse a una falla en el sistema nerviosos autónomo. Dentro de este esquema, las no neurológicas pueden ramificarse en trastornos del equilibrio y en enfermedad de Parkinson. Estos son sólo algunos ejemplos.
“Creo que mis primeros síntomas fueron escuchar menos del oído derecho, pero no le di demasiada importancia”, recuerda el profesional Luis García Martínez. “Comencé a marearme y ahí empezó mi periplo con los médicos. Un otorrinolaringólogo me dijo que tenía sordera súbita, otro, que era un problema de cervicales y me mandó al traumatólogo que, por supuesto, no me sirvió de nada. Mientras tanto, mis mareos iban en aumento. Tenía que usar bastón, perdía el equilibrio; estaba parado y sentía que me caía. Tenía miedo de cruzar la calle, entré en un estado de psicosis tal que me agarró agorafobia. Hasta que el clínico me recomendó que viera a una neuróloga. Finalmente, ella me mandó a hacer una resonancia magnética y ahí se vio que tenía un tumor en el oído derecho. Me operaron y tiempo después el tumor desapareció. Quedé sordo del oído derecho, porque no pudieron salvar el nervio auditivo. Tardé dos años más en dejar el bastón porque me había acostumbrado, pero nunca más volví a marearme”. Cuatro años tardó en encontrar la causa. Su diagnóstico: neurinoma del acústico, que en palabras más coloquiales quiere decir tumor en el nervio auditivo.
Lamentablemente, la falta de respuesta médica deriva en mayores inconvenientes como problemas laborales, depresión y ansiedad. “Es muy común que se adjudiquen estos síntomas a problemas cervicales, cuando en realidad apenas el uno por ciento de los pacientes tienen inconvenientes de esta índole”, dice la médico Lucrecia López, neuróloga especializada en Trastornos de Equilibrio (Neurootología), quien condujo el primer estudio epidemiológico que se realizó sobre el tema en Argentina y trabajó como investigadora en el Hospital Nacional de Neurología y Neurocirugía Queen Square de Londres, Inglaterra. “Antes, la parte de mareos y vértigos la manejaba el otorrinolaringólogo, pero todo se desprende del cerebro: es un sistema neurológico muy complejo que implica desde saber leer los movimientos oculares hasta conocer qué tipo de actividad hace el paciente. Los pacientes manifiestan el síntoma, pero no se les hace un interrogatorio preciso ni una evaluación minuciosa del sistema vestibular, encargado de controlar el equilibrio del cuerpo”, cuenta la profesional.
Afortunadamente, el conocimiento de estas afecciones y la tecnología para tratarlas y diagnosticarlas ha crecido mucho en los últimos años, por eso López alienta no dejar de buscar el tratamiento adecuado. Y ante todo, es muy importante no automedicarse ni perder las esperanzas de una cura.
SIN VUELTAS
Si alguna vez sufriste vértigo o mareos, los especialistas recomiendan:
• Informarle al médico tus actividades habituales; si tienes alguna enfermedad o tomas medicación; si crees que estás embarazada, fumas o tomas alcohol o si sufriste golpes en la cabeza o en la cara.
• Evitar actividades que puedan ocasionar golpes en la cabeza o caídas (patinar, esquiar, andar en bici, etc.).
• Evitar cambios bruscos de presión.
• Abstenerse de oír música a todo volumen y de los ruidos fuertes.
• Tratar de ir siempre en el asiento delantero del auto.
• Prender la luz y evitar pisos resbaladizos. Usar rampas y escaleras con mucho cuidado.
• Si estás caminando y te mareas o sientes vértigo, siéntate, pide ayuda y espera a que pase el episodio.
• Si cambias de posición de sentada a parada o de acostada a sentada, espera dos minutos para volver a moverte.
• Báñate sentada en una silla o parada sobre una alfombra antideslizante.
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