El cloro es un elemento químico con propiedades antisépticas que resulta imprescindible para mantener el agua de las piscinas limpia y protegida de las infecciones. Por sus fuertes propiedades desinfectantes y decolorantes puede provocar irritación en los ojos, en la piel y en las vías respiratorias.
Normalmente, si el agua ha sido correctamente tratada y desinfectada los bañistas no deberían sentir ninguna de esas molestias, pero es verdad que el agua de las piscinas contiene contaminantes procedentes de los mismos bañistas como el sudor, la orina, la saliva, piel muerta y productos cosméticos varios como cremas, lacas, perfumes y desodorantes, señala el oftalmólogo Andrés Picó, del Centro Oftalmológico Barraquer, a la agencia Efesalud.
Todos estos elementos pueden afectar a nuestros ojos, por eso es fundamental lavarse y ducharse antes de entrar en la piscina, disponer de servicios cerca de la misma y, preferiblemente, utilizar un gorro de baño.
Si practicamos la inmersión es obligatorio usar gafas acuáticas, pues protegerán nuestros ojos de los elementos desinfectantes que nos pueden provocar irritación y de los agentes contaminantes que pueden encontrarse en el agua. Con las gafas evitamos también que nuestros ojos se enrojezcan y se irriten por la acción del cloro.
Además, una piscina debe estar correctamente aireada ya que cuando el aire circula disminuyen las molestias provocadas por la acción del cloro, como el escozor en los ojos, sobre todo en casos de las personas con los tejidos conjuntivos y la piel muy sensibles.
Si después de un baño en una piscina cubierta se notara alguna irritación corporal, se debe solicitar al personal responsable que aumente la renovación del aire del local, abriendo por ejemplo las ventanas, aunque ello suponga un descenso de la temperatura del recinto.
La típica infección bacteriana es la que se produce, por ejemplo, al nadar en una piscina. Algunas bacterias, como es el caso de las clamidias (Chlamydia trachomatis), no pueden ser eliminadas por el cloro, y pueden provocar conjuntivitis en los nadadores. Algunos virus, como el adenovirus y el virus del herpes, también pueden ocasionar la llamada “conjuntivitis de las piscinas”.
Las radiaciones ultravioletas en las piscinas, playa y/o en zonas nevadas, así como las de las lámparas de bronceado artificial también pueden dar lugar a una conjuntivitis y queratitis (queratoconjuntivitis actínica).
También pueden causar una conjuntivitis las alergias, las cremas… En la conjuntivitis alérgica el síntoma más llamativo es el picor de ojos. La conjuntiva se encuentra enrojecida e hinchada y a veces se aprecian a simple vista bolsas llenas de líquido. La conjuntivitis alérgica es más frecuente en niños, con antecedentes de otras enfermedades alérgicas como el asma, y aparecen sobre todo en primavera y otoño. Los síntomas de la conjuntivitis alérgica son quemazón, escozor, picor, ojos irritados, inflamación de los párpados, enrojecimiento de la conjuntiva, estornudos y goteo nasal si se acompaña de rinitis alérgica. Su tratamiento depende de la causa de la conjuntivitis, pero es imprescindible ponerse en manos de un especialista para que nos indique el tratamiento a seguir. Las conjuntivitis de tipo infeccioso mal tratadas pueden dar lugar a infecciones de la córnea, por lo que es importante ponerse en manos de un especialista para tratarlas.
Como recomendación general hay que evitar el uso de lentes de contacto en las piscinas, por el grave riesgo de contraer graves infecciones. También hay que reseñar que no se debe sumergir la cabeza debajo del agua si se ha sufrido una intervención ocular en las últimas tres semanas.
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