El mal de Alejandra no parecía epilepsia. No sufría típicas convulsiones y nunca caía al piso. Parecía que se desmayaba. Pese a que no tenía un diagnóstico certero de epilepsia, le prescribieron un tratamiento y hasta sus diez años estuvo bien.
Pero desde entonces y hasta hoy, que ya tiene 19, las crisis no se han detenido. Cada episodio que sufre Alejandra es muy corto, pero en un día puede tener entre diez y 15 de ellos. En los días buenos, cuando la medicación parece funcionar, tiene entre dos y tres ‘desmayos’.
Incapacitante
Cuenta su padre, Carlos Guzmán: “Le cuesta reponerse. Antes de que le venga una crisis, siente un aura, como una preepilepsia que se manifiesta con ansiedad, miedo y escalofríos. Luego pierde la conciencia. Cuando le pasa la crisis, se aísla del mundo. Se deprime y le da sueño y permanece en letargia durante varias horas.
Eso no ocurre con quienes tienen convulsiones. Ellos, a la media hora, pueden estar bien, como si nada”.
Es una enfermedad incapacitante. Para colmo, el diagnóstico no era certero. En 2008 viajaron a Chile y allá le hicieron un monitoreo de 12 horas continuas y nada anormal fue registrado. Continuaron con el tratamiento y a los seis meses volvió a ponerse mal.
Pese a los ataques diarios, Alejandra completó el bachillerato y está cursando el quinto semestre de Veterinaria en la Universidad Gabriel René Moreno. Al principio, sus profesores y compañeros se extrañaban por los episodios en los que perdía la conciencia, pero ahora la cuidan y ayudan.
Pero no basta. Alejandra quiere estar bien. Después del diagnóstico realizado por el neurólogo Mario Camargo, en Santa Cruz, se la ha elegido como candidata a esta operación. Alejandra espera ansiosa a Manuel Campos, su cirujano, que llegará de Chile
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