El daño tisular no ocurre únicamente en el lugar de contacto con la piel, sino que puede abarcar a tejidos u órganos subyacentes a la zona de entrada o de salida de la corriente.
El grado de lesión tisular depende de varios factores, como por ejemplo la intensidad de la corriente (en amperios), la cual, a su vez, depende del voltaje y de la resistencia de los tejidos al paso de la corriente. Habrá más daño a mayor voltaje y menor resistencia.
Las lesiones más severas se producen por corrientes de alto voltaje (mayor de 1.000 voltios), pero una descarga doméstica con una corriente alterna de 110 voltios puede ser mortal.
Otro factor a tomar en cuenta es el trayecto de la corriente a través del cuerpo: si se pueden identificar los puntos de entrada y de salida (donde hallaremos carbonización de la piel, denominada necrosis coagulativa), se puede sospechar el pronóstico y la gravedad del proceso valorando los tejidos que han podido ser dañados por la corriente. Los tejidos más superficiales se enfriarán antes que los profundos, por lo que el calentamiento puede ocasionar lesiones más graves. En general, son peores los trayectos horizontales (por ejemplo, brazo-brazo), que los verticales (como hombro-pierna).
Un factor más: la duración del contacto con la corriente; a mayor tiempo de exposición, peores consecuencias. Tengamos además en cuenta otra consideración: la corriente alterna suele producir más daños que la corriente continua.
Las lesiones cutáneas engañosamente pequeñas pueden quedar superpuestas a amplias zonas de músculo y otros tejidos desvitalizados y necrosados, que a veces llegan a liberar cantidades significativas de mioglobina y potasio; así, se produce una insuficiencia renal aguda (IRA) e hiperpotasemia si no se mantiene una adecuada diuresis.
Son frecuentes, también, los 'síndromes compartimentales por edema muscular'. La causa más usual de muerte inmediata es la parada cardiaca por asistolia o fibrilación ventricular.
Puede haber parada respiratoria primaria por el paso de corriente a través del cerebro, o por tetanización de los músculos respiratorios. En el primer caso es frecuente el estado de coma y puede desarrollarse edema cerebral en las horas o días siun guientes. Si hay paro cardiorrespiratorio, hay que iniciar las maniobras de reanimación en el lugar del accidente mediante reanimación cardio-pulmonar básica (RCP), o avanzada si se dispone, hasta que la víctima se recupere.
Además, puede darse el caso de que los músculos respiratorios estén en situación de parálisis, por la electricidad recibida, durante más tiempo que el miocardio, pudiendo haber reanimación cardiaca y persistir la parada respiratoria de origen periférico por parálisis muscular. Es frecuente que la víctima esté con ritmo cardiaco de fibrilación ventricular, por lo que la monitorización debe ser inmediata. La vía aérea debe estar permeable; para ello y para prevenir la aspiración pulmonar se aconseja la intubación traqueal precoz.
Es importante buscar los puntos de entrada y de salida de la lesión, para establecer una estimación de los tejidos dañados y del pronóstico del paciente.
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