El estudio, conducido por el profesor Tim Leighton de la Universidad de Southampton en el Reino Unido, ha encontrado la existencia de una exposición creciente a los ultrasonidos en lugares como estaciones de ferrocarril, museos, bibliotecas, escuelas y estadios deportivos, en algunos de los cuales ha habido casos, quizá no casuales, de náuseas, mareos, migrañas, fatiga y tinnitus.
Los ultrasonidos en los lugares públicos pueden ser generados inintencionadamente a partir de varias fuentes cotidianas, como altavoces, sensores de puertas y sistemas de megafonía.
Durante años, los trabajadores que han estado expuestos regularmente a ultrasonidos en sus lugares de trabajo, por ejemplo a través de aparatos industriales para la limpieza y la perforación, han informado de efectos negativos similares en una cantidad significativa de casos.
Usando teléfonos inteligentes y tabletas equipados con una aplicación que produjo un espectrograma de la lectura del micrófono, el profesor Leighton recogió lecturas de campos ultrasónicos y de muy alta frecuencia en una serie de edificios públicos, a horas en que estaban ocupados por cientos de personas.
Si bien ha habido insuficientes investigaciones para confirmar o negar la relación, el autor del nuevo estudio argumenta que las actuales directrices y el conocimiento científico sobre los niveles de ultrasonido considerados seguros en el trabajo son inadecuados para hacer frente a la actual exposición masiva a ultrasonidos que sufre una cantidad notable de personas.
En definitiva, se necesita investigar más qué efectos pueden tener estas exposiciones no laborales a ultrasonidos, a fin de posibilitar que las autoridades dicten normativas que regulen convenientemente su emisión en lugares públicos.
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