La palabra hipocondría proviene de los hipocondrios, zonas ubicadas debajo del tórax, sobre la que los antiguos anatomistas negaban la presencia de cualquier órgano. A las personas que les dolía alguno de los hipocondrios, la llamaban hipocondríaca. El término se hizo más conocido a raíz de la obra teatral de Molière, en la que Argán, el protagonista, se cree muy enfermo y cultiva con pasión sus males, siempre rodeado de medicinas y médicos.
Pero este desequilibrio establece primero la enfermedad y, luego, los síntomas: una persona se entera de que hay una epidemia de gripe y comienza a estornudar y a tener escalofríos. Cree, de forma infundada, que padece una dolencia grave. Tiene la convicción o el temor de tener una enfermedad a partir de la propia interpretación de sus síntomas.
Para peor, el hipocondríaco malinterpreta las señales de su cuerpo para poder sostener que sufre los peores trastornos y males. Además, padece de una preocupación excesiva por la propia salud.
SOMATIZACIÓN E HIPOCONDRÍA
Respecto a la somatización e hipocondría, el Doctor en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, Marcelo Mendes Facundes, explica que en ambos casos hablamos de la relación del sujeto con su consciencia de cuerpo.
“En la hipocondría estamos hablando de una dificultad en la interpretación de las sensaciones físicas que produce el cuerpo, donde hay un error en la atribución que el sujeto hace las mismas, atribuyendo al miedo la convicción de estar enfermo, estas interpretaciones parecen estar del lado de resolver la angustia y al mismo tiempo este error atribucional, suele desviar al individuo de lo que ‘realmente pasa’, es como si creara una ficción para poder relacionarse con la ‘verdad’ de su angustia, que no puede ser pensada”, dice el especialista.
En cambio, cuando hablamos de un sujeto con un trastorno psicosomático lo que tiene en común con la hipocondría es la dificultad de lidiar con la angustia/ansiedad, pero esta angustia que antes pasaba por la cognición (los pensamientos) ahora se manifiestan a nivel corporal, es como si el cuerpo creara un lenguaje que la palabra no puede expresar, el cuerpo se hace cargo de estas palabras no dichas y las transforma en síntomas. “En mayor o menor medida todos somatizamos, basta con poder identificar situaciones donde no tenemos tiempo de procesar determinadas cargas emocionales, como por ejemplo cuando tenemos miedo y lo sentimos en las tripas, la descripción del enamoramientos con el ‘sentir mariposas en la barriga’, el ‘cargarse de miedo.... el lenguaje está plagado de estas manifestaciones somáticas. Lo que va definir estos trastornos no es la ausencia o presencia de estos fenómenos, no es la calidad que define un trastorno y sí la intensidad, de cerca todos somos un poco psicosomáticos o hipocondríacos, son nuestros sistemas de alerta”, explica Mendes, en una entrevista con la Revista Oh!.
EL PERFIL
El psicólogo explica que la hipocondría suele estar asociada a personalidades obsesivas, donde el mecanismo de control se desequilibra y hay un intento exacerbado de controlar las emociones a través de la fantasía de estar enfermo, pero como Mendes ha señalado antes, todos en cierta medida en determinadas situaciones podemos comportarnos como tal, ya que lo que está en juego es el intento de control de las emociones.
“El darse cuenta tiene que ver con la cantidad de pensamientos y el cómo estos pensamientos afectan en el funcionamiento global del sujeto, cuando esto se convierte en un tema central en su forma de ser y sobretodo de relacionarse con el otro y con su medio, imposibilitando de llevar una vida normal, estaríamos hablando de un trastorno, pero siempre tiene que estar supervisado por un profesional sanitario ya que somos los peores observadores de nosotros mismos”, enfatiza Mendes Facundes.
EL TRATAMIENTO
Según el especialista, el tratamiento puede ser muy variado, desde técnicas cognitivas hasta la meditación, pasando por el psicoanálisis, pero no se puede hablar de la hipocondría como una entidad aislada de la historia personal de sujeto, tal y como intenta hacer la psicología moderna, es decir que no existe "la hipocondría", sino sujetos que se manejan con su angustia con una casuística que se ha denominado así por los científicos para poder describirla y comprenderla.
“Los tratamientos deben ser individualizados, ya que lo más importante es la historia y la vivencia del sujeto en relación a sus miedos y su proceso vital, la hipocondría es una ficción que crea el cerebro para que el sujeto pueda lidiar con sus angustias, lo que hay que buscar es que este sujeto pueda contar una historia distinta y ya no buscando una verdad, sino que pueda crear una ‘buena ficción’ que le permita sufrir menos y relacionarse mejor con el mundo”, añade Mendes.
LOS RIESGOS EN INTERNET
La información es la herramienta más valiosa para la persona hipocondríaca en la búsqueda de su supuesta enfermedad y, en este sentido, Internet se ha convertido en un arma de doble filo.
El problema radica en que, a pesar de la rigurosidad científica de la fuente consultada, las creencias y la falta de espíritu crítico hacen que el paciente rápidamente asuma una patología como propia si cree tener varios de los síntomas.
“Internet juega los dos papeles, el bueno y el malo. Si la persona lee sobre hipocondría en una web y decide consultar a un psicólogo para tratar su problema, puede ser de gran ayuda. Pero cuando uno tiene miedo, hace una lectura selectiva, como ocurre también en los trastornos de anorexia”, explica el psicólogo Enrique García Huete, en una entrevista con la agencia EFE.
De igual manera, los foros constituyen otro riesgo importante porque algunos usuarios pueden llegar a fomentar la desconfianza hacia los médicos y ofrecer falsos diagnósticos.
“Internet es una fuente de información sobre enfermedades, síntomas y tratamientos de muy fácil acceso y sin filtro. Para un paciente con hipocondría preocupado de manera enfermiza por su salud esto puede ser realmente contraproducente”, señala el doctor.
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