“En casa de herrero, cuchillo de palo”, cuenta, resignado. La primera crisis la tuvo en un cine de Boston el 5 de noviembre de 2004: salió de la sala y enterró la cabeza en la nieve (textual). Y la frecuencia de los episodios se triplicó después de la muerte de su madre, hace tres años. “Hasta que no logré aceptar que uno tiene esto y que no se puede controlar, la enfermedad me produjo un sufrimiento emocional que va más allá del dolor físico. No sabía si iba a poder dar una charla. Me angustiaba el impacto en la educación de mis hijos. Y eso empeoraba los síntomas”, señala Bachrach.
“Es mucho más que un simple dolor de cabeza: es una tormenta eléctrica en el cerebro –dice Eduardo Doctorovich, jefe de la sección de cefaleas del Hospital Italiano de Buenos Aires y jefe de clínicas del Ineco–. Y puede acompañarse por síntomas tales como mareos, náuseas, vómitos y dolores abdominales” (…)
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