Los expertos coinciden: las consultas se multiplican. Las parejas quieren saber si existe alguna técnica nueva que permita decidir el sexo de la descendencia y/o si los métodos caseros que pueblan el imaginario (y la web) tienen respaldo científico.
Quienes más preguntan son los que tuvieron dos o tres hijos del mismo sexo, y también hay casos de matrimonios que quieren un sexo u otro por cuestiones culturales.
La ciencia hoy ofrece otra técnica (citometría de flujo) para seleccionar el sexo con una eficacia del 90 por ciento . Se basa en la diferencia de peso y velocidad que tienen un espermatozoide X y uno Y, y consiste en la separación de ambos con una máquina especial. Luego se hace un concentrado con los espermatozoides que se prefieren y se hace una inseminación.
En Europa y Estados Unidos muchas parejas recurren a esta opción y cerca de la mitad de las clínicas especializadas en fertilidad ofrecen la posibilidad de elegir el sexo del bebé.
Sin embargo, la mayoría desiste al conocer el precio de los procedimientos, que rondan los 3.500 dólares, en esos países. Es una decisión difícil. No sólo porque es cara, sino porque la pareja tiene que hacer un tratamiento como si fuera infértil cuando no lo es.
Estas técnicas tienen una eficacia del 75 por ciento y muchos no las aceptan desde el punto de vista científico, pero no hay objeciones éticas. Hay voces que alertan sobre el peligro de alterar la proporción entre hombres y mujeres, para no hablar del dilema que supone la selección de embriones por motivos ajenos a la indicación médica. La ciencia propone y el debate se impone.
Quienes más preguntan son los que tuvieron dos o tres hijos del mismo sexo, y también hay casos de matrimonios que quieren un sexo u otro por cuestiones culturales.
La ciencia hoy ofrece otra técnica (citometría de flujo) para seleccionar el sexo con una eficacia del 90 por ciento . Se basa en la diferencia de peso y velocidad que tienen un espermatozoide X y uno Y, y consiste en la separación de ambos con una máquina especial. Luego se hace un concentrado con los espermatozoides que se prefieren y se hace una inseminación.
En Europa y Estados Unidos muchas parejas recurren a esta opción y cerca de la mitad de las clínicas especializadas en fertilidad ofrecen la posibilidad de elegir el sexo del bebé.
Sin embargo, la mayoría desiste al conocer el precio de los procedimientos, que rondan los 3.500 dólares, en esos países. Es una decisión difícil. No sólo porque es cara, sino porque la pareja tiene que hacer un tratamiento como si fuera infértil cuando no lo es.
Estas técnicas tienen una eficacia del 75 por ciento y muchos no las aceptan desde el punto de vista científico, pero no hay objeciones éticas. Hay voces que alertan sobre el peligro de alterar la proporción entre hombres y mujeres, para no hablar del dilema que supone la selección de embriones por motivos ajenos a la indicación médica. La ciencia propone y el debate se impone.
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