El trabajo fue publicado en la revista “Cochrane Collaboration”, editada por una prestigiosa organización internacional dedicada a revisar sistemáticamente la literatura científica.
Para llegar a esta conclusión, un grupo de expertos de las universidades de Bristol y Durham (ambas en el Reino Unido) analizó las principales bases de datos médicas sobre el efecto que tiene la reducción o la modificación de las grasas totales, saturadas e insaturadas (poliinsaturadas y monoinsaturadas) en la mortalidad total, las muertes cardiovasculares, las enfermedades coronarias, los accidentes cerebrovasculares y el cáncer.
Ninguno de los estudios revisados, que incluían la participación de más de 62.000 personas, demostró tener algún tipo de influencia sobre los anteriores aspectos excepto en el riesgo de cardiopatía, que disminuía en un 14 por ciento.
"De los trabajos revisados, aquellos en los que se redujo la grasa total no tuvieron ningún efecto sobre los eventos cardiovasculares. Sin embargo, sí se observaron menos problemas coronarios cuando se rebajaban las grasas saturadas", afirman los autores.
Efectivamente, asevera Pedro Mata, presidente de la Fundación de Hipercolesterolemia Familiar (FHF) y médico internista de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid, "consumir menos grasas saturadas (procedentes de las carnes grasas o de la mantequilla, por ejemplo), bien a través de su reducción o sustituyéndolas por insaturadas (aceites vegetales excepto el de coco y el de palma), aminora el colesterol entre un 10-15 por ciento, reduce la presión arterial, mejora la sensibilidad a la insulina y disminuye la susceptibilidad a la oxidación (el efecto contrario podría producir daño en el endotelio vascular, aumentar el envejecimiento y la tendencia a desarrollar tumores)".
Lo que importa es la calidad de la grasa, aseguran los expertos.
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