viernes, 21 de diciembre de 2012

Una lesión con terminología literaria El caso de la rotura del tendón de Aquiles


GESTOS TÉCNICOS

La fractura del tendón de Aquiles es con­se­cuen­cia de la mala iir­ga­ción sanguínea o de movimientos mal co­ordinados al prac­ti­car un deporte que exi­ge que los gestos téc­nicos sean los adecuados en cada ins­tante, como en el salto alto.

El de Aqui­les es el tendón con­junto de los músculos ge­melos y sóleo. Es un potente y lar­go tendón. Exis­te una cier­ta confusión de términos cuando se ha­bla del “talón de Aqui­les”, que es una expresión mu­cho más literaria. Se hace re­fe­ren­cia a lo mis­mo pero en forma in­apropiada. El talón es la zona de apoyo pos­te­rior del pie que co­rres­pon­de al cal­cáneo y su envoltura grasa. Des­de el cal­cá­neo parte el tendón ha­cia la pier­na.

En los de­por­tistas jóvenes, su rotura no es una lesión fre­cuente aun­que sí bien co­no­ci­da y es­tu­dia­da. Se pro­duce con mayor fre­cuencia en adultos ma­yores de 30 años en los que las condiciones de vascularización del tendón no son las consideradas óptimas.

En los jóvenes pue­de ocu­rrir por va­rios mo­ti­vos, casi todos ellos ba­sados en con­diciones que los pre­dis­ponen a sufrir este pro­blema, co­mo una desviación anatómica de los ejes del tobillo que pro­vo­can una tracción anor­mal, ma­los ges­tos técnicos repetidos o por la aplicación de cor­ti­coi­des.

La causa traumá­tica más común es la contracción brusca del tendón. Hay que tener en cuenta que éste es un tendón biar­ticular; une rodilla y tobillo en un mo­vi­miento sin­cro­ni­za­do que exi­ge la relajación en un ex­tre­mo cuando se lo con­trae­ en el otro. Su misión de im­pulso, du­ran­te la mar­cha o el salto, utiliza un punto de apoyo en las cabezas de los me­ta­tarsianos, una flexión plan­tar del pie y una extensión de la rodilla. Los mo­vi­mien­tos sin­cro­ni­za­dos de este mecanismo pueden alterarse por una descoordinación motora y provocar una tensión brus­ca que llegue a romper el tendón.

En general, el tendón aquiliano se rom­pe porque se le exige una contracción superior a sus límites de elasticidad, porque se realiza una flexión dorsal del pie muy brus­ca con la rodilla estirada o porque se estira la rodilla cuando el pie está en esa flexión dorsal.

El tendón suele romperse en la zona de peor vascularización, entre dos y seis centímetros por encima de su inserción en el calcáneo, vale decir en una parte más próxima al pie, que a la rodilla.

LOS SÍNTOMAS

En el momento de la rotura se pro­duce un chasquido audible, con dolor no muy intenso que permite al deportista girarse para averiguar la causa de su traumatismo, e im­po­tencia funcional, tampoco ex­ce­si­va porque se puede mantener la marcha, con cierta cojera, des­pla­zan­do el punto de apoyo de las cabezas de los metas a los primeros dedos, utilizando los flexores. Esta falta de gravedad en las ma­ni­fes­ta­ciones clínicas hace que en oca­sio­nes no llegue a diagnosticarse una rotura completa.

En el examen médico podrá apre­ciar­se, al palpar, una falta de con­ti­nuidad del tendón. En la observación desde atrás, el tendón roto es más fino que el del otro lado. Si se tarda en acudir al médico, es posible que el tendón no presente discontinuidad porque puede ha­ber­se rellenado con un hematoma.

El paciente no podrá caminar nor­mal­mente. Será imposible que lo haga utilizando los apoyos ha­bi­tua­les sobre las cabezas de los me­ta­tarsianos y presentará una cojera.

El signo de exploración más es­pe­cífico consiste en una compresión de la masa gemelar con el paciente tumbado boca abajo en una mesa de la que cuelga el pie. También puede hacerse apoyando la rodilla sobre una silla y dejando el pie fuera. Normalmente, debido a la compresión de los gemelos, el pie realiza una flexión dorsal. Si el tendón está roto, no lo hace.

Existe actualmente una gran con­tro­versia en la decisión de la pauta de tratamiento más adecuada. Mu­chos médicos opinan que es mejor no intervenir, sobre todo en per­so­nas mayores, y dejar que la reparación biológica, facilitada por una inmovilización escayolada, con­siga una cicatrización natural.

Este tratamiento conservador tiene la ventaja fundamental de evitar los riesgos inherentes a la cirugía, pero si hubiera rotura completa del tendón y no hay causas que lo con­traindiquen, el tratamiento deberá ser quirúrgico y en el caso del pro­fesional del deporte, es ne­ce­sa­ria­mente quirúrgico, porque el an­te­rior­mente explicado demanda de­ma­sia­do tiempo.

PARA ENTENDER MEJOR

Calcáneo. Uno de los huesos del tarso, que está en el talón o parte posterior del pie.

Vascularización. Irrigación de los vasos sanguíneos, que resulta de la presión de la sangre circulante y del tono muscular y elás­tico de las paredes del vaso.

Corticoides. Cada una de las hormonas es­te­roídi­cas (sustancia de estructura po­li­cícli­ca de la que derivan compuestos de gran im­por­tancia biológica, tales como es­te­roles, ácidos biliares, hormonas, etc.) producidas por la corteza de las glándulas adrenales, y sus derivados. Pueden sin­te­ti­zarse ar­ti­fi­cial­mente y tienen aplicaciones terapéuticas, principalmente como an­ti­in­fla­matorios.

Traumatismo. Lesión de los órganos o los tejidos por acciones mecánicas ex­ter­nas.

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