Aunque a los fibromas a veces se los llama tumores, en más de un 99 por ciento de los casos son benignos (no cancerosos). Se estima que entre un 20 al 30 por ciento de las mujeres que están en su edad reproductiva los tienen, aunque no todos son diagnosticados.
La causa no se conoce claramente, pero lo más probable es que los fibromas sean el resultado de varios factores que interactúan entre ellos. Estos factores pueden ser hormonales (afectados por los niveles de estrógeno), genéticos (de familia), ambientales, o una combinación de los tres.
Los fibromas se dividen en tres grupos, dependiendo de dónde se desarrollen: apenas debajo del recubrimiento del útero, entre los músculos del útero, o en la parte exterior del útero.
La mayoría de los fibromas se desarrollan dentro de la pared del útero. Las mujeres que están acercándose a la menopausia tienen mayor riesgo, debido a su larga exposición a los niveles altos de estrógenos. Las mujeres que son obesas o sobrepeso tienen una mayor probabilidad; las de descendencia Afro-Americana tienen de 2 a 3 veces más probabilidades de tenerlos que las féminas de otras razas, también suelen tener fibromas a edades más tempranas que otras.
Algunas mujeres no tienen síntomas, mientras que en otras son más severos, los más comunes son: periodos menstruales prolongados, sangrado anormal entre los periodos menstruales, dolor abdominal, orinar frecuentemente, dolor en la parte baja de la espalda, problemas reproductivos, tales como infertilidad. Los fibromas se encuentran con mayor frecuencia durante un examen pélvico de rutina. Esto, junto con examen abdominal y estudio ecográfico se llega al diagnóstico. Además la histerosalpingografía, la laparoscopía y la histeroscopía son de mucha utilidad. Dado que los fibromas paran de crecer o pueden incluso encogerse a medida que una mujer se acerca a la menopausia, la conducta puede ser expectante o quirúrgica.
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