"Básicamente se trata de destellos de luz que tienen que ser interpretados por el cerebro, pero es increíble que ya pueda ver algo", reconoció Selby, un ingeniero retirado de Coventry, en el centro de Inglaterra.
Hace más de un año, a sus 68 años, le fue insertado un implante artificial llamado Argus II, fabricado por la empresa estadounidense Second Sight, mediante un procedimiento quirúrgico.
Los reguladores holandeses seguramente decidirán en unas pocas semanas el pedido de la empresa para vender el producto en la Unión Europea. De recibir la autorización, será la primera retina artificial puesta a la venta.
La retina funciona con una cámara diminuta de video y un transmisor insertados en unos espejuelos y un pequeño computador inalámbrico. El computador procesa escenas captadas por la cámara y las transforma en información visual en forma de impulsos eléctricos enviados al implante.
El aparato estimula las células sanas que quedan en la retina, que las envían al nervio óptico.
La información visual es enviada entonces al cerebro, donde es interpretada como impulsos de luz que pueden adoptar la forma de un objeto. Los pacientes deben aprender a interpretar los destellos de luz. Por ejemplo, pueden analizar tres puntos de luz como los tres vértices de un triángulo.
El implante sólo es aplicable a personas con un tipo específico de dolencia en la retina, que sigue teniendo algunas células buenas. Tuvieron que haber podido ver antes y su nervio óptico debe funcionar normalmente.
Una de cada 3.000 personas padecen ceguera debido a esta dolencia hereditaria, llamada retinitis pigmentosa y potencialmente se podrían beneficiar de la retina artificial.
Empero, el aparato tiene un precio elevado: unos 100.000 dólares. En Gran Bretaña, el Servicio Nacional De Salud costea en ocasiones la nueva tecnología a un número reducido de pacientes, dijo Lyndon da Cruz, uno de los médicos que probó la retina artificial en el Hospital Ocular Moorfields, de Londres.
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