Los virus son pequeños agentes infecciosos que dañan las estructuras de las células y, mediante ellas, logran infectar al cuerpo humano haciéndose de su maquinaria de reproducción para multiplicarse. Si el sistema inmunológico del cuerpo está fortalecido, puede destruir el virus; de lo contrario, comienza el proceso de infección.
Para ello existen las vacunas que aniquilan los virus que el propio cuerpo no puede destruir.
Ocurre a veces que a pesar de estar vacunado, los virus pueden inmunizarse a las vacunas. Por ello, es imperante mejorar los inmunógenos, es decir, los componentes de las vacunas, para que esto no suceda. En el caso de la Hepatitis B, los pacientes con HIV son los que presentan una alta tasa de mutantes de escape a la vacuna anti-hepatitis B debido a las mutantes del HBV seleccionadas durante las terapéutica antirretroviral.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud, desde 1982 la población dispone de una vacuna contra la Hepatitis B (HBV) con una eficacia del 95 por ciento. Sin embargo, recientes estudios publicados en revistas internacionales alertan sobre el surgimiento de nuevas cepas que resisten a los tratamientos antirretrovirales que reciben los pacientes que padecen el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH).
Frente a esta problemática, el Instituto de Investigaciones en Microbiología y Parasitología Médica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires conformó un equipo de expertos en bioquímica, biotecnología y farmacéutica para buscar erradicar el virus de una de las enfermedades más graves después que el Sida y la Tuberculosis, según la OMS.
A partir del estudio en diversos pacientes se descubrió que el virus de la Hepatitis B generaba un escape a la vacuna actualmente comercializada en personas que padecen HIV y que están coinfectados con HBV y reciben sus correspondientes tratamientos antirretrovirales duales. Es decir, personas que presentaban una serología positiva para el HIV y que además tenían el virus de la Hepatitis B, dejaban de responder a la terapia para la hepatitis B porque generaban mutantes que además no serían protegidos con la vacuna anti-hepatitis B actual.
Claramente, la terapéutica entre HIV y HBV no es la misma, aunque hay compuestos que pueden ser compartidos, como algunos análogos nuclesídicos o nucleotídicos. En ese sentido, y dadas las similitudes entre ambas enfermedades, su transmisión es similar: el contagio puede darse por vía sexual (oral, anal y vaginal), a través de transfusiones de sangre o trasplantes de órganos, por compartir agujas contaminadas y también, de una madre a su bebé durante el embarazo, nacimiento o lactancia.
La diferencia radica en el grado de infección. Por ejemplo en un accidente de laboratorio, si uno se pincha con una aguja que conlleva sangre contaminada, la persona tiene un 30% de infectarse con HBV y un 3% de contraer HIV y, en ese sentido, el problema mayor es cuando se contrae Hepatitis B crónica ya que tiene como consecuencia la cirrosis hepática y el cáncer de hígado. De hecho, el 80% de pacientes que tiene cáncer de hígado presentan serología positiva para esta enfermedad.
Se pretende desarrollar una vacuna que pueda ser administrada por la vía oral y/o transcutánea; de esta forma la respuesta inmunológica es mucho mejor, más segura y aceptada por el común de las personas, e imaginamos que en dos o tres años se pueda finalizar con el proyecto, dado que ya se cuenta con todos los inmunógenos desarrollados.
Con datos de: http://www.ctys.com.ar
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