domingo, 14 de noviembre de 2010

Leishmaniasis, una amenaza que rebasa al trópico

El parásito de la Leishmaniasis braziliensis se metió en el cuerpo de Simón hace ya 14 años pero él lo supo recién. Aunque todo ese tiempo vivió con una llaga debajo su mejilla en la comunidad de Maravillas (Cocapata), jamás pensó que esa úlcera fuera un mal augurio, peor aún si sus padres un día tomaron el “matabichos” (insecticida) y se lo aplicaron en la herida. El químico cerró la lesión pero no borró la cicatriz y menos acabó con la enfermedad.

Hoy, con 17 años, Simón no recuerda nada de la picadura que desencadenó su lucha contra la Leishmaniasis cuando él tenía apenas tres años. Ahora Simón es parte de un extraño brote de la Leishmaniasis que ha comenzado a cundir en zonas impensables hasta hace 20 años como los montes de Morochata y Cocapata, en el otro extremo del trópico de Cochabamba de donde la enfermedad es endémica –exclusiva– de los pies de monte, los bosques primarios y el Parque Nacional Isiboro Sécure.

Después de 14 años, la enfermedad de Simón ha evolucionado y el parásito está devorando su tabique.

Ésta es una de las fases más críticas, porque el parásito consume las mucosas llegando a perforar el paladar, los labios y los bronquios. Aquí está en juego la vida del paciente, que si no recibe o tolera el tratamiento, puede tener una muerte precoz, apuntó el responsable del Centro de Enfermedades Tropicales de la Facultad de Medicina de la Universidad Mayor de San Simón, Ernesto Rojas.

“Nos están llegando pacientes de lugares de donde nunca teníamos casos”, dijo el responsable del Centro de Enfermedades Tropicales y su equipo. Pero, el parásito no sólo se ha desplazado, sino que también ha aprendido a vivir cerca del hombre. “Hay una adaptación peridomiciliaria y domiciliaria”, remarcó el médico, que busca las claves de esta enfermedad desde hace 20 años en Cochabamba.

Al estar cerca de las casas, principalmente, en el trópico el parásito ha comenzado a atacar a los niños. Por años era una constante que los pacientes fueran mayores de 15 años, pero las cosas han cambiado al punto de que el paciente más joven tiene dos meses.

“Nuestros padres vivieron en el valle pero nosotros hemos avanzado hacia el monte en busca de tierras y nos hemos enfermado”, contó un vecino de Simón, que también sufre de la enfermedad.

Aunque él no tenía ninguna molestia física –fiebre o dolores–, fue a una posta y de ahí lo derivaron al Centro.

Los pacientes están marcados por la incertidumbre, pues aún no se puede hablar de una cura total de la Leishmaniasis. Hay pacientes que llevan 15 años de tratamiento y aunque la ciencia ha logrado calmar sus síntomas y frenar la desfiguración, el parásito nunca se da por vencido.

La cicatrización de las úlceras no son una garantía de sanación y muchos pacientes se sienten tranquilos al ver que la herida está seca. A pesar de ello la enfermedad sigue avanzando.

La enfermedad ha dejado de ser exclusiva de los colonos y a infectado a petroleros, indígenas yuracarés y trinitarios. En los únicos que no se ha manifestado es en los yuquis, sin embargo, la investigación para conocer su inmunidad ha sido incipiente.

“El problema está en casa”

A medida que la mano del hombre borra la frontera entre la urbanización y el monte, los científicos encuentran más evidencia de que la enfermedad está latente en los mosquitos y otros animales selváticos. La conquista de nuevos territorios conlleva el brote de enfermedades silenciosas como la malaria, tuberculosis, chagas, Leishmaniasis y la parasitosis, como las enfermedades más comunes en el trópico de Cochabamba.

Según Ernesto Rojas, “la agricultura y los bosques obligan a que el hombre ingrese pero también por los estudios que hemos hecho vemos que el problema se está urbanizando y ya no está sólo en monte adentro o primario, que eran las zonas de más riesgo.

Siguió: “El hecho de que aparezca en nuevas zonas y en niños nos obligó a investigar y vimos que está ocurriendo la domicialización del problema. En algunos casos encontramos al vector –mosquitos– dentro de las casas y otro hecho paralelo es la presencia de reservorios domésticos –ratones– que han dado positivo par Leishmaniasis. Esto es preocupante puesto que pueden aparecer brotes más intensos”. El diagnóstico de los investigadores es preocupante, porque coinciden en que el avance del parásito puede derivar en un brote más intenso en zonas urbanas, con graves consecuencias para las generaciones jóvenes.

EVOLUCIÓN DE LA LESMANIASIS EN COCHABAMBA

Cada año hay al menos un centenar de pacientes, consumidos por el parásito de la Leishmaniasis braziliensis, provenientes del Trópico de Cochabamba con una fuerte presencia en las colonias del Parque Isiboro Securé y recientemente se han detectado casos en las poblaciones de Cocapata y Morachata. En Cocapata en el sindicato de Maravillas de 22 colonos siete conviven con la enfermedad.

FASE 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 TOTAL
Cutánea 25 15 55 40 41 136 184 35 26 137 114 808
Mucosa 14 16 76 57 62 43 48 29 27 51 36 459
Total 39 31 131 97 103 179 232 64 53 188 150 1267

EL 90 POR CIENTO DE CASOS ES AGRESIVO

“Hemos identificado al menos cinco especies de Leishmaniasis y hemos comprobado que alrededor de 90 por ciento es braziliensis, que es la responsable de producir lesiones en las mucosas en tiempo variado ya sea a los pocos meses de haber padecido o en casos extremos después de 40 años.


Hasta hace dos años no tenía casos de esa zona (Morochata-Cocapata) y cada vez llegan más pacientes de ese lado. La zona donde mayor incidencia hay es Los Yungas y en Cochabamba toda la zona del trópico es endémica, pero donde tenemos más casos es en la zona de asentamiento del Parque Isiboro Sécure.


Para que haya la enfermedad es necesario que esté presente el parásito, el mosquito y los reservorios”.

HISTORIA DE LA “ENFERMEDAD DE LOS ANDES”

• Los parásitos han atacado a quienes penetran en la selva desde antes de que la cruz y la espada se establecieran en este continente. Los ancestros bautizaron a este mal como “Anti Onqoy” o “enfermedad de los Andes” para reflejar que sus mayores víctimas eran los que dejaban las montañas para irse al monte.


Su aventura conllevaba una serie de riesgos, entre ellos la picadura del mosquito transmisor del parásito, conocido como “Flebótomo”, que a diferencia de los mosquitos tradicionales no vuelan sino que se desplazan a brincos.
Hoy en día


• La incertidumbre es un rasgo de la enfermedad. Pues, aunque la medicina ha logrado en Bolivia cortar los síntomas clínicos, la falta de un diagnóstico parasitológico hace que no haya seguridad sobre la efectividad del tratamiento, por lo que es común que el paciente luche el resto de su vida contra este parásito.

ATACA A NIÑOS

Una nueva característica de la enfermedad del parásito es su acelerada expansión a nuevos grupos. Hasta hace cinco años era difícil que el mal ataque a los niños, pero ahora se han encontrado pacientes desde dos meses de vida hasta menores de seis años. Mientras, también hay adolescentes que recién están reportando la enfermedad pese a haber vivido con ella más de 10 años y haber sido tratado con un sinfín de recetas caseras como “el matabichos”, una fórmula empleada en el campo para destruir larvas de insectos.


También se han registrado casos extremos como el de los trabajadores petroleros que participaron en la exploración de pozos en el Parque Nacional Isiboro Sécure. Un 100 por ciento de ellos dio positivo a la peor clase de Leishmaniasis braziliensis.

REMEDIOS

Intuitivamente los pacientes intentan cerrar las úlceras de su piel apelando a sustancias tóxicas, que muchas veces tienen resultados catastróficos. Entre las “recetas” más empleadas están el cubrir la herida con el gel de las pilas secas e incluso con el líquido de las baterías.


Estos químicos sólo agudizan las úlceras y hacen que las lesiones se multipliquen. En otro intento por curarse hay quienes se aplican pólvora o pintan la herida con el aceite sucio de los motores.

ESCONDITE

El parásito de la Leishmaniasis braziliensis –la peor variedad– vivía en animales selváticos hasta hace unos cinco años y contaminaba al hombre por la picadura de un diminuto mosquito, sin embargo, los reservorios de esta enfermedad tropical han comenzado a convivir cerca de la civilización. Hoy, los niños desde los meses de vida son presa de este parásito.


La transmisión es más acelerada y aún son insuficientes los recursos invertidos en la investigación y la prevención. Entre los principales reservorios se ha detectado a los roedores, el tatú, perezosos y el oso hormiguero.

DIAGNÓSTICO

Aunque la enfermedad es tan antigua como la presencia humana en estas tierras, aún es difícil saber con un simple diagnóstico si una llaga es la manifestación de la Leishmaniasis braziliensis o fruto de otra infección de la piel pese a los avances en la detección y el tratamiento en el Centro Universitario de Medicina Tropical, que desde 1991 es un centro de referencia nacional.


Todo paciente con una ulceración pasa obligadamente por el laboratorio, donde se aspira una muestra para determinar si el parásito está en el organismo. Lo mismo sucede con aquellos que han comenzado a desfigurarse por la invasión de la cepa a las mucosas. Sólo luego de la confirmación de laboratorio se aplica el tratamiento, en base a antimonio y tóxico, con el que se resuelve clínicamente pero se desconoce si el parásito sigue latente en el organismo.

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