S i no fuera por una mosca, Betty Jiménez estaría cada día más ciega. Veía que un insecto cruzaba delante de ella hasta que se dio cuenta de que era algo dentro de su ojo. Se fue a un centro especializado y ahí le hicieron varios estudios. “Vieron mi campo visual, el fondo de ojo y otros más. El diagnóstico indicó glaucoma”, cuenta. En su caso, los estudios continuaron. En dos ocasiones se quedó a dormir en ese lugar. Su médico la controló y estableció que, cuando ella duerme, aumenta la presión en sus ojos. Eso es el glaucoma.
COMO UN LAVAMANOS
Como explica el oftalmólogo Carlos Arzabe, dentro del ojo se produce un líquido transparente que luego es drenado por un canal. “Este flujo puede ser comparado con un lavamanos que tiene el grifo abierto. El agua sale libremente por el drenaje. Si el sistema de drenaje queda bloqueado, aumenta la presión que ejerce el líquido, que se forma continuamente. No puede rebalsar porque el ojo es una cámara cerrada”. Esta presión es la que causa daños al nervio óptico.
El nervio óptico está conectado a la retina, que está en el fondo del ojo. Es como una pantalla con células sensibles a la luz y al color. Tiene la función de llevar la información que captan las células de la retina hasta el cerebro. Ahí, en el cerebro, se interpretan las señales y finalmente se ‘ve’. Cuando aumenta la presión en el ojo, el nervio o ‘cable’ que lleva las señales se daña. Se aplasta. Pero no duele. A medida que pasa el tiempo, la visión se va reduciendo pero el paciente tampoco se percata.
UNAS GOTITAS Y LISTO
En Aprecia, una escuela y centro de rehabilitación para personas con discapacidad visual, conocen muy bien la amenaza que significa el glaucoma. Hasta han instalado un cartel en el área de espera de las consultas en el que se explica que la visión se va perdiendo poco a poco y que el paciente no se da cuenta.
Aprecia firmó un convenio con la Universidad Gabriel René Moreno para revisar a los estudiantes. Ese ha sido uno de los motivos por los que, desde 1992, el número de casos ha aumentado increíblemente. Ese año tres personas fueron operadas de glaucoma; al año siguiente fueron 13. En 2004 ya había 78 casos y hasta el año pasado, 137 habían pasado por el quirófano por el mismo problema.
La única forma de saber si la presión está elevada es con una consulta rutinaria con el oculista. No se trata solo de medirse lentes, sino de establecer cuál es la presión en el ojo.
El examen es sencillo y rápido. El médico Rafal Canavire aplica unas gotitas en el ojo de Carmela Guido. Una es un colorante y otra es un anestésico. Ella apoya el mentón y la frente en un aparato del que sale una luz violeta. Aproxima la luz al ojo y listo, el tonómetro de indentación (foto principal) ha dado su veredicto: la presión es de 17,3. Lo normal es que se ubique entre 10 y 20, insiste Canavire. Todo el proceso ha durado menos de cinco minutos. Para quien necesite saberlo, la presión se mide con el equivalente al peso de una columna de un milímetro de mercurio.
Canavire trabaja en Santa Cruz hace 15 años, pero cuando estaba en Sucre, tuvo que operar a varios pacientes, la mayoría del campo y sin posibilidades de acudir a otros centros. Ahora, cuando encuentra a alguien que tiene la presión intraocular elevada, lo deriva a un especialista y Canavire no vuelve a ver a ese paciente.
PARA TODA LA VIDA
Los científicos aun tienen mucho que aprender de esta enfermedad. El único factor conocido es la herencia, como explica el oftalmólogo Carlos Camacho. Se trata de una enfermedad causada por un gen de dominancia recesiva, es decir, que puede saltar de generación a generación. Pueden padecerla los nietos de alguna persona, aunque no todos. Si hay un familiar con glaucoma, es necesario estar alerta, porque no se sabe a quién afectará el gen.
Como todos los oftalmólogos, Camacho insiste en que la revisión de la vista debe ser anual o por lo menos, una vez cada dos años. Esa oportunidad puede perderse si se toma la medida de los lentes en una óptica, donde por lo general no se mide la presión intraocular. Por eso, el grupo de médicos al que pertenece realiza periódicamente campañas gratuitas para detectar la enfermedad. La iniciativa empezó hace ya diez años.
La edad es un factor que debe tomarse en cuenta. Después de los 40 años es necesario medirse la presión con más frecuencia. Entre los 55 y los 60 años la probabilidad de padecerla aumenta. Una vez detectada, el tratamiento dura toda la vida.
INSTRUCCIONES PARA REBANAR UN OJO
En los exámenes de ojo que se hacían hace una década o menos, la mayoría de los oftalmólogos de Santa Cruz no podían verlo todo. Ahora, en tres sitios hay un tomógrafo que es capaz de hacer una ‘biopsia en vivo de estos órganos’.
Si se hicieran cortes anatómicos de un ojo con glaucoma, se verían los detalles en un microscopio. Se podrían ver las diez capas de la retina, por ejemplo.
Sin embargo, con estos equipos llamados tomógrafos de coherencia óptica, se hacen cortes sin necesidad de tocar el ojo. La resolución es tan alta que los médicos pueden ver el grosor de los haces del nervio óptico para determinar si hay algún daño.
Los tomógrafos de coherencia óptica están en el hospital oftalmológico Santa Lucía, en el Instituto del Ojo Molina y en el Hospital del Ojo. “Hace mediciones en las estructuras del nervio, con micras de espesor”, comenta Camacho. Una micra es la milésima parte de un milímetro, así que la precisión del diagnóstico es elevada. Tanto, que según Camacho es posible adelantarse más de cinco años antes de que aparezcan los primeros daños en el campo visual.
“Es posible hacer las tomografías durante la operación”, afirma Justiniano. “Muestra imágenes de las patologías en la retina, de tumores y de las partes transparentes del ojo”, describe Rafael Molina.
Además de la campimetría, el OCT es un auxiliar muy valioso en el diagnóstico. Prácticamente -lo afirma Camacho- no hay ningún congreso médico en el que no se presenten las imágenes en color que muestra este equipo. El estudio cuesta entre 100 y 120 dólares, tres o cuatro veces menos de lo que puede costar en Chile, Brasil, Estados Unidos o Argentina, donde se está usando la misma tecnología.
El sencillo tonómetro y el sofisticado tomógrafo son herramientas imprescindibles para detectar el glaucoma. Una vez realizado el diagnóstico, se prescriben gotas. El médico medirá constantemente la presión hasta establecer cuál es la adecuada para cada paciente. Hay algunos que no sufren daños con presiones más elevadas que otros.
TRES OPCIONES
Las gotas tienen la función de disminuir la producción de líquido dentro del ojo y de facilitar el flujo. También hay píldoras. En Bolivia no se prescribe marihuana para el tratamiento, pero sí se lo hace en Estados Unidos (en 14 estados). Aunque estuviera disponible en Bolivia, el especialista en glaucoma Manuel José Justiniano no la utilizaría porque su efecto dura poco tiempo: “El paciente tendría que fumarse un porro cada hora”.
Como segunda acción después del diagnóstico, se puede recurrir a una cirugía láser, siempre que se trate de un glaucoma de ángulo abierto o crónico. Hay otro, de ángulo cerrado, que suele tener síntomas como dolor en el ojo, dolor de cabeza, visión borrosa, enrojecimiento y pesadez. En estos casos, en los que la presión sube rápidamente hasta 50 o 60, se actúa de emergencia, porque la visión puede perderse en tres semanas.
Cuando la cirugía, llamada trabeculectomía queda lista, la presión se alivia. El índice de éxito es de un 80%, porque el canal puede taparse debido a la cicatrización. La cirugía y la medicación pueden combinarse.
La tercera opción es la colocación de una válvula en el ojo. La intervención se hace con anestesia local, con el 99% de los pacientes despierto. Esa válvula alivia la presión.
Si se detecta a tiempo, esta enfermedad puede detenerse. Las personas pueden desarrollar una vida normal. El problema es que el 80% de los diagnosticados -según Justiniano- no conocen nada sobre glaucoma. Y se trata de la segunda causa de ceguera en el mundo, después de la diabetes.
Un club para informar a los pacientes
Hace tres años se formó en Santa Cruz el Club de glaucoma. Fue iniciativa de Laboratorios Saval.
Los medicamentos no son baratos. Un frasco de gotas puede costar más de 140 bolivianos. Dura, según los casos, 20 días.
Una de las ventajas de este grupo es que se otorga gratuitamente la misma cantidad de medicamentos que se compra.
Uno de los puntos críticos en el tratamiento consiste en el descuido del paciente. Suele dejar pasar tiempo entre las visitas al médico. Por eso se realizan sorteos para asistir a consultas gratuitamente.
Las charlas sobre el tema se organizan cada dos meses. Están a cargo de especialistas que hablan acerca de cómo vivir con el glaucoma.
Cada integrante del club recibe un carné en el que se anota la fecha de inicio del tratamiento con cada uno de los medicamentos.
Hasta agosto de este año se inscribieron 178 personas. El año pasado se llegó a 200 pacientes registrados.
Se insiste en no suspender el tratamiento ni cambiar la dosis. Las reuniones se realizan en Av. Beni, Urbanización Canada Dry calle María Luisa Castro 28.
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