A menudo se suele escuchar la siguiente pregunta: ¿Cómo puedo saber si mi hijo tiene autismo?. Muchas veces los padres manifiestan que notaron algo “raro” en sus hijos, si bien van disfrutando de sus logros, ocurrencias, mimos, también se percatan de algunas cosas que intuitivamente saben que no están tan bien e incluso personas del entorno les han dicho que, efectivamente, “algo está mal”.
Esa es la explicación de la psicóloga Patricia Sarmiento, especialista en detección y seguimiento del autismo. Cuenta con la certificación internacional en entrevista especializada en autismo (ADI-R), certificación internacional en observación para el diagnóstico de autismo (ADOS-2) y varios cursos realizados e impartidos en la temática
Entre los 0 y 12 meses de edad muchas conductas de los niños parecerán “normales”, sin embargo, a partir de los 18 meses comenzarán las primeras preocupaciones puesto que en el autismo sucede algo muy particular. Y es que entre los 18 y 24 meses sus actitudes son cualitativamente diferentes. Si bien no existen rasgos físicos asociados, las acciones de tipo social, comunicativo y de juego o intereses van llamando la atención.
Sarmiento dice que en la investigación clínica se tiene que muchos niños comienzan a perder habilidades a esta edad, entre las cuales se observa, sobre todo, el lenguaje. De pronto dejan de producir más palabras e incluso dejan de hablar por completo. En otros casos, sucede que sus habilidades de interacción social disminuyen y sus conductas repetitivas se hacen más notorias y persistentes.
Otra de las características que llama la atención es la “sordera paradójica”, ya que parecen no escuchar. No responden al llamado de su nombre y cuando se les habla parecen no interesarse, sin embargo en cuanto escuchan la música de su preferencia o el sonido del objeto o juguete que le apasiona, van hacia ello. Es por eso que el autismo se ha confundido muchas veces con sordera. Pero, son los intereses restringidos por algo lo que ocasiona que no le presten atención a lo que el común de los niños sí lo haría.
Llama la atención la falta de lenguaje (en los casos moderados o graves) o un uso o entonación muy peculiar en los de nivel leve. Aunque el habla es solo la punta del iceberg, en realidad la que está afectada es la comunicación. No debe olvidarse que las habilidades y comportamientos comunicativos se desarrollan incluso antes del habla y es esencial para la comprensión y expresión del lenguaje.
En general, se busca a alguien que ayude a hablar al niño. Pero el autismo necesita que se trabajen habilidades previas. ¿Recuerdan que no miraba?, ¿que no señalaba?, ¿Qué no devolvía la sonrisa? ¿Qué no imitaba?, ¿Qué no usaba gestos?, ¿Qué parecía no tener expresiones? Todo eso es comunicación. Por lo tanto, preocuparnos solo del habla es una parte sesgada de la comprensión del autismo
En la experiencia, el “ya va a hablar” que nos dicen los familiares e incluso, muchas veces, el mismo pediatra, hace que retrasemos la pronta detección, evaluación e intervención especializada. El habla, es solo una parte más afectada en el autismo. En otras palabras, el niño no mejorará si solo nos dedicamos al habla. La intervención deberá ser aquella que trabaje las tres áreas afectadas en el autismo, vale decir: la interacción, la comunicación social y la conducta. La diferencia entre un niño que recibe pronta atención y otro que recién comienza su terapia a los cuatro o cinco años es grande y su impacto significativo, tanto en la calidad de vida, aprendizaje, como en el pronóstico.
ASPECTOS A CONSIDERAR:
La especialista Patricia Sarmiento menciona que deben considerarse tres aspectos importantes para el diagnóstico de autismo: alteraciones en aspectos comunicativos, de interacción social y de conducta
A nivel de comunicación e interacción social, podemos estar atentos a los siguientes aspectos:
- El contacto visual. La mirada nos da pautas del interés social o de exploración visual natural de las cosas. A la acción de que el niño y el adulto puedan tener una comunicación y se muestra atento mediante la mirada, se llama atención compartida, lo cual indica un uso social y comunicacional de la mirada
- La sonrisa. Esta da muestra clara de la comprensión de la intención de interacción con el niño y nos expresa su cualidad social
- La reciprocidad socioemocional. Entendemos la reciprocidad como la capacidad del ser humano de recibir, comprender y empatizar con las emociones de la otra persona y de esa manera tener una comunicación de ida y vuelta.
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