Las aftas bucales o llagas son unas pequeñas pero molestas heridas presentes de forma frecuente en los niños, sobre todo en los bordes de la lengua y en el paladar blando. En la mayoría de los casos no se les presta demasiada atención, ya que se asocia con el frío del invierno, que hace que el niño tenga bajas las defensas, o con el hecho de ir a la guardería, que facilita el contagio de cualquier infección (el niño está en continuo contacto con otros, y se lleva muchos objetos a la boca).
Al margen de que las llagas en la boca se deban a una infección pasajera, también pueden ser síntoma de una deficiencia específica nutritiva de minerales como el hierro, o de vitaminas como la vitamina A. En este caso, el refuerzo de la dieta infantil con estos nutrientes ayudaría al niño a recuperarse antes del malestar. Si las llagas respondieran realmente a una deficiencia nutritiva, las llagas se curarían espontánea y rápidamente. Pero si el niño sigue teniendo llagas en la boca con frecuencia, el consejo es acudir al médico para asegurar el diagnóstico.
En ocasiones, las aftas bucales también pueden ser un síntoma externo de la gestación de enfermedades más graves como la enfermedad de Crohn, un trastorno crónico que cursa con la inflamación del intestino; o la celiaquía, que también afecta a las vellosidades intestinales. A menudo también se confunde un afta bucal con una infección por el virus herpes, relativamente frecuente en niños pequeños entre los 3 y 4 años de edad, no obstante esta infección suele ser más dolorosa y suele ir acompañada de fiebres más altas.
Aunque no hay alimentos curativos, una dieta rica en vitamina A, cuya deficiencia primaria se asocia a alteraciones en las mucosas, servirá para acelerar la curación y aliviar las molestias de las aftas bucales.
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