“He usado lentes desde los 23 años y me animé a hacerme la operación, por estética más que nada. Estaba cansada de los lentes, me salían ampollitas de la nariz o los perdía.
Yo tenía astigmatismo, pero también me cansaba mucho ver de cerca. Mi medida no era muy alta. Lo pensé por muchos años y hace poco más de un mes fui a la consulta para hacerme la evaluación. Me dijeron que era candidata y decidí operarme.
Estoy perfecta, no me dolió, lo cual es extraño porque a otra gente parece que sí le duele o le arde. Estuve como 45 minutos en la sala de operaciones, sentí que me lavaban los ojos y que me ponían líquidos y me pusieron unos fierritos para que mantenga los ojos abiertos, me pusieron el láser y luego me vendaron los ojos . También me pusieron una inyección, un analgésico inyectable, y me fui a mi casa a dormir.
Sentí que sí era una cosa invasiva, pero yo me controlaba y me decía ‘Todo va a salir bien eres, es lo que quieres’. También sentir que el médico que me operaba estaba tranquilo me hizo sentir segura.
Me dejaron unos lentes de contacto de protección, pero yo no los tolero y me los sacaron al día siguiente.
Ahora sólo uso unas gotitas para mantener la humedad del ojo. Los primeros días no podía leer, tenía un problema de enfoque, veía todo borroso, pero eso se va normalizando. Al principio me asusté porque pensé que la operación había salido mal, me molestaba la luz y no podía ver televisión. Ha pasado poco más de un mes y ahora veo bien, no necesito más los lentes y siento que mi visión es total. Me siento bien y me arrepiento de no haberlo hecho antes”.
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