Las estadísticas muestran que las infecciones agudas de las vías respiratorias superiores e inferiores ocuparon el primer lugar con 30% de los fallecimientos, seguidas por las infecciones intestinales, con 12% (ver la infografía de la siguiente página). “Estas enfermedades respiratorias y las diarreicas, mayormente, se presentan en los primeros años de vida y no son tratadas de manera adecuada”, señala el ministro Juan Carlos Calvimontes.
El estudio sirvió para determinar los diez principales motivos de morbilidad hospitalaria. Los otros siete males de la lista son: las dorsopatías (problemas en la columna, las costillas), con 10%; afecciones en el sistema urinario, con 9%; dolencias en el esófago, el estómago y el duodeno, con 9%; las artropatías (males en los huesos); la diabetes mellitus, con 8%; los trastornos de la vesícula biliar, las vías biliares y el páncreas, con 8%, y las malformaciones y deformidades congénitas del sistema osteomuscular, con 6%
Estos datos son, a la par, un reflejo de las enfermedades que más afectan a la población. Según el Ministerio de Salud, todas ellas pueden ser tratadas inicialmente con medicamentos genéricos, más baratos que los de marca. Además, Calvimontes aclara que existen otros males en el listado levantado en 2010, pero tienen un menor porcentaje de incidencia; aunque igual preocupan a las autoridades.
“Otro riesgo grande, por el cual mueren madres y niños, se presenta durante el parto. También están las afecciones de la piel y los problemas que están condicionados por los malos hábitos alimenticios, como la hipertensión arterial. En las mujeres se detectan igualmente enfermedades degenerativas por falta de detección oportuna, como el cáncer de cuello uterino o de mama, y la artritis o artrosis”.
Explica que los tratamientos que se requieren para atender estas patologías dependen de su gravedad. Algunas pueden ser tratadas en centros de salud de primer nivel, otras en los de segundo nivel, y las menos necesitan ser atendidas en los de tercer nivel. Pero, ¿cuál es la diferencia entre estos tres tipos de nosocomios?
El ministerio informa que los primeros ofertan servicios para resolver problemas que se enmarcan, sobre todo, en el autocuidado de la salud, la consulta ambulante y la internación de tránsito. Este nivel está constituido por las brigadas móviles de salud, los puestos de salud, los consultorios médicos, los centros de salud con y sin camas, los policlínicos y los policonsultorios.
En el segundo nivel se enmarcan las unidades que atienden consultas en especialidades médicas básicas y mayores: para cardiólogos, neurólogos, nefrólogos, gastroenterólogos y otros, de acuerdo con la necesidad de la población.
Por último, los centros médicos de tercer nivel, generalmente, corresponden a una empresa social que cumple funciones no sólo de asistencia, sino de enseñanza e investigación; cuenta con personal especializado y con los medios técnicos para desarrollar actividades de promoción, protección, recuperación y rehabilitación de los pacientes. Una característica importante es que cuentan con unidades de terapia intensiva (UTI).
Tratamientos. Calvimontes comenta que “la salud integral no sólo implica hablar de atención, curación y reparación, sino de prevención y promoción. Ahí es donde se incluyen los medicamentos y el uso correcto de ellos”. Esto implica que los galenos deben prescribir los remedios según el estado de la enfermedad; en otras palabras, iniciar el tratamiento con una medicina genérica, y si no hay el efecto deseado, recién recurrir a la de marca.
El médico Carlos Gómez explica que existen medicamentos de primera, segunda y tercera generación, tanto genéricos como de marca, que se pueden emplear dependiendo del grado de la dolencia. “Los de primera generación se prescriben (recetan) cuando la afección está empezando o no esta muy avanzada”.
En cambio, los otros dos, que en su mayoría son innovadores, se deben prescribir después de la realización de exámenes o antibiogramas. “Generalmente se los usa cuando se trata de enfermedades crónicas”, aclara el profesional. Ambos análisis obedecen a la necesidad de que el paciente no cree “resistencia”, es decir, que el remedio ya no surta efecto en el organismo porque el germen que se está queriendo atacar resiste al antibiótico.
El ministro Calvimontes indica que este problema se produce, mayormente, cuando el paciente es medicado o se automedica con fármacos de tercera generación (nuevos), sin haber tomado antes los de primera y segunda generación. En consonancia, el jefe de la Unidad de Gestión de Calidad y Servicios Hospitalarios del Servicio Departamental de Salud (Sedes) de La Paz, Marco Antonio Colque, añade que esta práctica provoca que muchas medicinas no sirvan en casos en los que antes eran efectivas.
“Un buen médico empieza con lo básico, de acuerdo con la concentración de microorganismos y la gravedad de la infección. Sin embargo, los visitadores médicos les ofrecen los medicamentos de última (tercera) generación, que tienen un barrido (efecto) muy grande y que, por supuesto, van a curar lo que sea. Sin embargo, también pueden crear resistencia, y después pasa que al momento en que deba ser utilizado o cuando la enfermedad empeora, ya no le va a servir al paciente”.
Justifica que esta conducta también es impulsada por la idiosincrasia de la gente, que quiere que una medicina le haga efecto en un corto periodo de tiempo, por lo cual presiona a su galeno para que le prescriba remedios de marca, sin importar el precio. “Si no es así, la mayoría acude a otro médico que lo deje satisfecho”.
Pero Bolivia y países del mundo igualmente están expuestos por las denominadas “enfermedades olvidadas”, que se originan o recrudecen por la pobreza y las condiciones desfavorables a las que se enfrenta la población, lo cual la limita para el acceso a fármacos. Una investigación del año pasado, realizado por Acción Internacional par la Salud (AIS) revela que cerca de 127 millones de personas de las 570 millones que viven en las 44 naciones de Latinoamérica y el Caribe están amenazadas por estas afecciones.
Las principales son el chagas, la leishmaniasis (llamada lepra blanca), la malaria, la enfermedad del sueño (que produce alteraciones en el sueño), la tuberculosis, el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida), la úlcera de Buruli, el gusano de Guinea y la elefantitis.
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