A día de hoy se han descrito cinco virus de la hepatitis –A, B, C, D y E–. Unos virus que se contagian a través de los fluidos corporales –además de por la ingesta de alimentos y bebidas contaminadas en el caso de los virus A y E– y cuyas infecciones, lejos de resultar inocuos, se asocian a una elevada mortalidad. De hecho, los virus de la hepatitis causan cada año tantos decesos como el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), la tuberculosis o la malaria. Así lo muestra un estudio dirigido por investigadores del Colegio Imperial de Londres (Reino Unido), en el que se alerta de que la cifra de muertes por las infecciones causadas por los virus de la hepatitis –sobre todo por los virus B y C, responsables de hasta un 96% de los fallecimientos– se ha incrementado en un 63% en poco más de dos décadas.
Como explica Graham Cooke, director de esta investigación publicada en la revista “The Lancet”, “de acuerdo con nuestros resultados, obtenidos a partir del análisis más exhaustivo llevado a cabo hasta la fecha sobre la carga global de las hepatitis virales, la cifra anual de decesos asociados a las infecciones por los virus de la hepatitis se eleva en la actualidad hasta los 1,45 millones. Y es que si bien el número de muertes causadas por la mayoría de las enfermedades infecciosas, caso de la tuberculosis y la malaria, se ha reducido desde el año 1990, los fallecimientos por las hepatitis virales han crecido, y mucho”.
LIDERAZGO MORTAL
Para llevar a cabo el estudio, los autores revisaron los datos epidemiológicos sobre los virus de la hepatitis A, B, C y D –el virus D solo infecta a personas que ya están infectadas por el virus B– en el Estudio Global sobre la Carga de Enfermedades. Y de acuerdo con los resultados, las muertes ocasionadas por las infecciones agudas, las cirrosis y las enfermedades hepáticas causadas por estos virus se han incrementado en un 63% en poco más de dos décadas –des-de los 890.000 decesos del año 1990 hasta los 1,45 millones en 2013.
En consecuencia, se puede afirmar que las hepatitis virales son, cuando menos, tan mortales como la infección por el VIH/sida –responsable de 1,3 millones de decesos en 2013–, la tuberculosis –1,4 millones de fallecimientos– y la malaria –en torno a 855.000 muertes.
La cifra anual de decesos asociados a hepatitis virales se eleva en la actualidad hasta los 1,45 millones según Graham Cooke.
Es más; el estudio también muestra que los virus de la hepatitis B –la cifra global de personas infectadas por el virus B supera los 240 millones– y de la hepati-tis C –que afecta a 130-150 millones de personas en todo el mundo, de las que más de 800.000 son españolas– son res-ponsables de cerca de un 96% de todas estas muertes.
Como indica Graham Cooke, “una ra-zón potencial para explicar el elevado número de muertes asociado a las hepa-titis B y C es que se trata de unas cepas que causan una infección a muy largo plazo con muy pocos síntomas iniciales. En consecuencia, estas infecciones pue-den progresar de manera silenciosa hasta que desencadenan daños tan serios como una cirrosis o un cáncer hepático”.
Sea como fuere, y a pesar del carácter inicialmente silente de estas infecciones, no hay ninguna justificación para esta mortalidad desmesurada. Menos aún en el caso de la hepatitis B. Como refiere el director del estudio, “hace muchos años que contamos con una vacuna eficaz para la hepatitis B. Pero aún a día de hoy existe una gran proporción de personas de todo el mundo que no han sido vacu-nadas. Sin embargo, no contamos con una vacuna similar para la hepatitis C”.
ABARATAR LOS TRATAMIENTOS
Pero además de una elevada mortali-dad –se estima que la cifra de años de vida perdidos solo en 2013 supera los 41 millones–, las hepatitis también son causa de una gran discapacidad global. Concre-tamente, el número de años en los que la población se ve abocadada a vivir con discapacidades asociadas a las hepatitis excede los 870.000.
Y las muertes asociadas a la hepatitis, ¿son, como sucede con la malaria, la tuberculosis y el VIH, más comunes en los países menos solventes? Pues no. Según el estudio, la mayoría de las muer-tes tienen lugar en los países con ingre-sos altos y medianos. Y como apuntan los autores, “la carga global de la enfermedad se encuentra cada vez más dividida entre, por una parte, los países con mayores ingresos y, por otra, los económicamente menos solventes”.
En definitiva, como alertan los autores, “ha llegado el momento de tomar medidas urgentes para atajar la crisis que suponen las infecciones por los virus de la hepati-tis. Es cierto que ya contamos con trata-mientos y vacunas para estos virus, pero también es verdad que el dinero invertido para hacérselos llegar a los pacientes es muy escaso, sobre todo cuando se trata de comparar con la malaria, el VIH/sida o la tuberculosis. Ya contamos con un plan de acción global para las hepatitis virales aprobado por la Asamblea Mundial de la Salud el pasado mes de mayo, y lo que necesitamos es ponerlo en marcha ya”.
Como concluye Graham Cooke, “a día de hoy ya contamos con herramientas disponibles para tratar las hepatitis vira-les. Tenemos vacunas para las hepatitis A y B y nuevos tratamientos para el virus C. Sin embargo, el precio de los nuevos me-dicamentos va más allá de la capacidad de cualquier país, ya sea rico o pobre. Como destaca nuestro trabajo, es necesa-rio un mayor esfuerzo para lograr trata-mientos accesibles y asequibles para las hepatitis virales”.
ABC - CIENCIA
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