El VIH/Sida | ya está en zonas rurales del país. La falta de acceso a servicios de salud y la escasez de información destinadas a este segmento, son una vulneración a los derechos humanos.
Marianela P., de 34 años, es oriunda de Tocaña en los Yungas de La Paz, y tiene tres hijos de 11, 4 y 2 años. Los tres tienen la tez morena de su madre, de ascendencia afroyungueña, y sus ojos grandes y vivaces. Son niños hermosos y parecen saludables, pero ella tiene miedo a que hayan heredado algo más. Para saberlo hace fila en el Centro Piloto de Salud en La Paz, cercano a la autopista. Parece calmada, pero en su mirada hay una tormenta.
Hace tres meses que el marido de Marianela, Willy (36), falleció en el Hospital de Clínicas. Días antes la pareja había recibido el diagnóstico de que él estaba en la etapa final del Sida. Luego de la muerte de Willy, Marianela se enteró que ella también está infectada pero no hace cuánto. No sabe si lo están sus hijos; hoy le dirán los resultados.
Willy y Marianela se conocieron porque él era conductor de transporte público y entraba casi a diario a Tocaña. Los fines de semana la llevaba a pasear.
“No fue amor a primera vista, él me fue conquistando, me traía regalitos desde La Paz, incluso me regaló una radio. Yo era jovencita, me enamoré y nos casamos, al poco tiempo nació mi hijo mayor”, cuenta Marianela, mientras trata de que la más pequeña de sus hijos no se arrastre en el piso. Finalmente se agota, y deja que la pequeña haga de las suyas ante la mirada impaciente de los otros que también esperan su turno.
Sus dos hijos varones están sentados a su lado. El mayor tiene una seriedad muy especial para un niño de su edad. Se nota que ha vivido mucho sufrimiento.
“Para él perder a su papá ha sido terrible, lo adoraba”, dice Marianela, que accede a contarnos su historia, primero porque le prometemos que no revelaremos su identidad y después porque es una de las pocas mujeres que, viviendo en el campo, ha logrado establecer su diagnóstico de VIH+ y entiende que su ejemplo puede servir para otras mujeres, y también para muchos hombres.
DERECHOS VULNERADOS
Como Marianela, cientos de mujeres en el campo han sido infectadas con el virus del VIH/Sida, pero no lo saben. Lo más seguro es que nunca lo sepan, a no ser que les suceda lo que a Marianela. Y a veces ni así. Generalmente son infectadas por sus parejas, que viajan constantemente a la ciudad, donde el índice de infecciones es mayor. Por ejemplo, en el primer trimestre de 2011 se registraron 25 casos de VIH en la ciudad de El Alto, que tiene una población en su mayoría procedente del campo.
La cantidad de casos diagnosticados en esos tres meses representa el 75% de los casos verificados durante todo el 2010.
“El aumento es muy preocupante”, manifiesta el doctor Juan Vega, responsable del Programa ITS/VIH de esa ciudad.
Vega explica que por cada varón hay dos mujeres infectadas, y que desde en el primer trimestre de este año, dos mujeres embarazadas fueron diagnosticadas con VIH. Ambas recibieron el tratamiento oportuno y sus bebés no fueron infectados.
Aunque la prueba rápida del VIH/Sida debe ser gratuita y accesible en todos los centros de salud, no siempre lo es. Además, se necesita un segundo análisis para confirmar el estado de la persona y un tratamiento de tabletas diarias de por vida. Si es difícil de lograr que la población en la ciudad conozca sobre el VIH, se haga la prueba y entienda la importancia de la adherencia al tratamiento, es poco menos que imposible en las zonas rurales. Entonces las mujeres, al no conocer su diagnóstico, no tienen cuidados prenatales ni en el momento del nacimiento, por lo que la mayoría de sus hijos también estarán infectados. La cadena fatal se extiende sin control.
Sin embargo, pese a este potencial riesgo, la información destinada al campo es mínima respecto del virus, y la que existe no está en idiomas originarios. Quienes conocen de este tema saben que una vez que el virus llega a las zonas rurales, generalmente más desprotegidas y pobres, fácilmente puede convertirse en epidemia.
“Eventualmente podríamos decir que las personas viviendo con VIH en el área urbana tienen un mayor chance de acceso a atención y medicamentos, aunque los testimonios que se oyen a diario nos dicen que la situación incluso en las áreas urbanas es todavía precaria. Pero en el área rural con tantas carencias, las personas viviendo con VIH no tienen tantas posibilidades de sobrevida”, explica Alexia Escobar, de Family Care, institución que realizó un estudio con cinco pueblos indígenas en Pando con apoyo de Ibis e Hivos en 2007, y que actualmente está concluyendo un diagnóstico sobre la Situación de los Pueblos Indígenas y Afrodescendientes ante el VIH, también con el apoyo de Ibis y de la asociación Ibis Hivos.
Los resultados muestran que a semejanza de las zonas urbanas, las mujeres en el campo son más vulnerables ante la enfermedad, primero por las características físicas (ver recuadro), y después porque deben negociar con su pareja el uso del condón, lo que está totalmente fuera de los usos y costumbres en las zonas rurales de Bolivia.
El esposo de Marianela se infectó en uno de sus viajes a la ciudad, pero ella no sabe hace cuánto.
“Le gustaba estar con otras mujeres, yo sé. ¿Pero qué podía hacer yo?”, se pregunta a sí misma para contestarse lo que muchas mujeres en su situación: “Nada”.
¿CONDÓN, YO?
El más reciente informe del Secretariado Internacional de Pueblos Indígenas y Afrodescendientes frente al VIH/Sida, la sexualidad y los Derechos Humanos, llama particularmente la atención respecto a las mujeres: “Para las Mujeres Indígenas, el VIH y la violencia de género son definidos, no sólo por la discriminación de género dentro de los contextos indígenas y no-indígenas, sino también por un contexto de continuo racismo y exclusión social, políticas económicas y de “desarrollo” que aumentan la pobreza”, todo esto combinado con algunas prácticas culturales y la inequidad en la relación sexual.
“Por lo que sabemos, la única forma efectiva de prevención del VIH es el uso del condón. Por razones de costo son los condones masculinos los que se ofertan de manera gratuita o con bajo precio, esto pone a las mujeres en la situación de tener que depender de que sus parejas quieran o no usarlo”, explica Alexia Escobar.
Aunque ya existe el condón femenino, es más caro y todavía no es de fácil acceso. No se usa mucho en la ciudad porque se conoce poco de él, ni hablar de lo que sucede en el campo.
“Yo no le podía decir que no a mi marido, peor decirle que se ponga una de esas cosas, imposible. Habría pensado que yo quería estar con otro, ni sabía que existe algo para mí, igual él no me hubiera dejado”, dice Marianela.
Cuando recibieron el diagnóstico positivo, ya era tarde para Willy.
“Nunca se me hubiera ocurrido, no sabíamos ni lo que era, nunca había escuchado hablar del Sida”.
Marianela tiene que viajar desde su pueblo hasta La Paz para recibir su tratamiento antirretroviral todos los meses. Hasta ahora no se ha sentido enferma y entiende la importancia de seguir el tratamiento al pie de la letra, pero sabe que es difícil, sobre todo con los tres niños, el trabajo, su familia, y el estigma…
“Nadie sabe que tengo el virus, nadie en mi familia. Una amiga sí, ella me ayuda cuando no puedo traer a los chicos, pero nadie más. Me van a señalar, van a hablar mal de mí, no van a entender…”
La enfermera del Centro Piloto la llama por su nombre, y la mujer se levanta lentamente. Me dice que vigile por un momento a sus hijos y el mayor aclara inmediatamente: “podemos cuidarnos solos”; sin embargo, yo le pido que me permita quedarme. El niño accede de mala gana. Esperamos unos minutos y me dice “No me gusta ver a mi mamá triste.”
Cuando Marianela sale su mirada ha cambiado: ninguno de los niños está infectado y ella vuelve a respirar tranquila después de muchos días. Nos despedimos con un abrazo en la puerta del Centro. Está sonriendo y sus hijos sonríen con ella. Yo tengo un nudo en la garganta.
UN PASO ADELANTE
Aunque el virus del VIH ronda cercanamente a la gente que vive en el área rural del país, todavía no hay estadísticas ciertas.
Sin embargo, es un avance muy importante que se haya logrado incluir dentro de la boleta de diagnóstico, la procedencia étnica de la persona.
De acuerdo a los últimos resultados del censo, más del 60% de la población boliviana se autoidentifica como indígena.
“Esto tiene que decirle algo a quienes trabajan en campañas de prevención que todavía son monoculturales”, dice Escobar.
“El mayor riesgo de que la enfermedad haya llegado a las zonas rurales es que las personas con VIH no tendrán un chance de sobrevivencia a pesar de que el país cuenta con medicamentos gratuitos, no hay manera de asegurar la adherencia al tratamiento porque los servicios de salud tienen poquísima capacidad resolutiva (los niños todavía mueren de diarreas y tenemos la tasa de mortalidad materna más alta de la región).”
Hasta ahora en ningún país de América Latina se ha puesto en marcha una estrategia focalizada en prevención y atención del VIH para pueblos indígenas. Los programas o estrategias nacionales sólo enfrentan el virus de forma generalizada, “esto es un indicador de la no priorización de nuestras comunidades para medir el impacto que está teniendo la epidemia, también muestra una falta de voluntad política de acercarse a las comunidades para que conjuntamente se diseñen estrategias de prevención y atención del VIH con pertinencia cultural”, señala el Secretariado Internacional de Pueblos Indígenas.
“El Estado tiene que asegurar que las estrategias o campañas de prevención tengan pertinencia cultural. Este concepto va mas allá de que los mensajes sean en idiomas indígena, tienen que ser además pertinentes a las culturas, un verdadero desafío en un país como el nuestro”, concluye Escobar.
Hoy en día existen experiencias piloto de promoción de carteles y trípticos con información de prevención en lengua indígena donde los pueblos saben leer y escribir. Para otras comunidades el uso del teatro comunitario o las radionovelas en lenguas indígenas son mecanismos y herramientas que socializan la información de prevención y atención del VIH/Sida en las zonas rurales. Su aplicación en el país es imprescindible.
La falta de acceso a información y prevención para el bienestar, adecuadas a la realidad cultural de cada población, vulnera gravemente el derecho esencial a la salud que contempla la Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia.
(Con datos de Family Care, ONU/Sida, CIES, Programa ITS/Sida de El Alto, IAS)
Mujeres ante el VIH
Son las más vulnerables
Las mujeres tienen más riesgo de adquirir el VIH/Sida y otras enfermedades o infecciones de transmisión sexual por razones biológicas y sociales.
En el caso de la vulnerabilidad biológica el riesgo de adquirir el VIH en las relaciones heterosexuales no protegidas es de dos a cuatro veces superior en las mujeres en comparación con los hombres. Eso se debe a las características de los genitales femeninos (tejido más sensible a las heridas, cambios frecuentes en el flujo y el hecho de ser receptoras del semen). Las mujeres también son más vulnerables a las demás enfermedades de transmisión sexual y éstas favorecen la transmisión del VIH.
En las jóvenes adolescentes, el riesgo se incrementa debido a la inmadurez de los genitales y a la falta de inmunidad ante las infecciones, lo que las deja más desprotegidas. Lo mismo sucede durante la menopausia, porque la mujer en esta etapa de la vida presenta una mucosa vaginal más frágil.
Cifras que alarman
6.700 personas viven con el VIH/Sida en Bolivia, según los últimos datos. 189 son niños menores de 15 años.
6 de cada 10 personas con VIH/Sida en Bolivia tienen entre 15 y 34 años.
89% de los casos de VIH/sida se distribuye en los departamentos de Santa Cruz, Cochabamba y La Paz.
2 a 1 es la relación hombre/mujer, es decir que por cada mujer VIH+ en Bolivia, existen dos hombres en igual condición.
55% los casos en Santa Cruz, de acuerdo con los datos del programa de VIH/Sida del Sedes, es el departamento con mayor cantidad de casos. Le sigue Cochabamba con el 20% y en tercer lugar se encuentra La Paz con el 18%.
Hablan los indígenas
“Es a través de levantar nuestras voces que dejamos saber que estamos en todas partes y que las leyes y políticas públicas del Estado, no sólo no nos contemplan, sino que no se han emprendido acciones contra la discriminación que día a día enfrentamos en el sistema educativo, en los centros de trabajo, en las calles, en los centros de salud, por no hablar el español y usar nuestras lenguas naturales para ser atendidos y recibir servicios de salud, por vivir o no con el VIH, por ser arrancados, desaparecidos y violentados en nuestros propios territorios y hoy sumando a esta epidemia del VIH, nos negamos a estar fuera de toda toma de decisión que afecte y competa a nuestros cuerpos, nuestra salud y nuestras vidas.” (Conclusión del Informe Ejecutivo del Secretariado Internacional de Pueblos Indígenas y Afrodescendientes frente al VIH/Sida, la sexualidad y los Derechos Humanos, 2010)
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