Cerca de una cuarta parte de las personas de 65 a 74 años y hasta la mitad de los mayores de 75 años sufren presbiacusia, una disminución auditiva, lo suficientemente importante como para interferir con la actividad social debida al propio proceso de envejecimiento caracterizada por una otoesclerosis.
Consecuencias. Si no se le pone remedio con rapidez, la sordera acaba convirtiéndose en un obstáculo que aísla socialmente. Debido a la imposibilidad de oír, la persona puede volverse injustificadamente desconfiada y estar más expuesta al peligro de alucinaciones auditivas como la impresión de que los demás hablan mal de él, sintiéndose rechazado.
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