Según la investigadora Laura Lechuga, en el artículo publicado el año 2010 sobre “La revolución de la nanomedicina”, la nanomedicina como tal agrupa tres áreas principales: El nanodiagnóstico, la liberación controlada de fármacos o nanoterapia y la medicina regenerativa. El nanodiagnóstico consiste en el desarrollo de sistemas de análisis y de imagen para la detección de enfermedades en los estadios más tempranos posibles, tanto in vivo como in vitro. La nanoterapia pretende dirigir nanosistemas activos que contengan elementos de reconocimiento para actuar o transportar y liberar medicamentos exclusivamente en las células o zonas afectadas, a fin de conseguir un tratamiento más efectivo, minimizando los efectos secundarios. La medicina regenerativa tiene como objetivo la reparación o sustitución de tejidos y órganos dañados usando herramientas nanotecnológicas.
El objetivo general del nanodiagnóstico es la identificación de enfermedades en sus estadios iníciales mediante la utilización de nanodispositivos. Una identificación temprana permitiría una rápida capacidad de respuesta y la inmediata aplicación del tratamiento específico, ofreciendo así mayores posibilidades de recuperación al paciente. Estos métodos de diagnóstico se pueden utilizar in vivo o in vitro. El diagnóstico in vivo implica que los nanodispositivos puedan penetrar en el cuerpo humano para identificar y cuantificar la presencia de un determinado patógeno o de células cancerígenas, por ejemplo. Pero estas técnicas conllevan problemas de biocompatibilidad además de requerir un diseño sofisticado para asegurar su funcionamiento y para minimizar los posibles efectos secundarios. Por su parte, el diagnóstico in vitro ofrece una mayor flexibilidad, ya que se puede aplicar a pequeñas muestras de fluidos corporales o de tejidos, a partir de los cuales se obtiene una detección específica (de patógenos o defectos genéticos, por ejemplo) en tiempos muy cortos, con gran precisión y sensibilidad. Debido a estas diferencias fundamentales, se prevé que la detección in vitro usando nanodispositivos llegue al mercado de una forma mucho más rápida y se pueda consolidar más fácilmente que los métodos in vivo.
La Dra. Maria Alonso, en el discurso de ingreso a la Academia de Farmacia de Galicia el año 2010, menciona que, centrada en el campo específico de la nanomedicina relacionado con los sistemas de liberación de fármacos, e independientemente de las distintas aproximaciones científico-tecnológicas, bajo mi perspectiva existen tres ejes fundamentales en los que se ha centrado la atención: Un eje es el relacionado con nuevas terapias oncológicas no génicas; otro eje es el de las vacunas, cuyo desarrollo más reciente se encuentra fuertemente ligado al diseño de nuevos adyuvantes de tamaño nanométrico y, por último, está el eje de la terapia génica cuya finalidad terapéutica coincide en gran medida con los ejes anteriores, cáncer y prevención de enfermedades, pero que por sus características intrínsecas e importante desarrollo conviene abordar de forma separada. En todas estas situaciones, la presencia de un vehículo transportador capaz de facilitar y potenciar la acción de los fármacos o antígenos se ha revelado como determinante para conseguir el éxito terapéutico. El éxito de la nanomedicina hasta el momento presente se refleja sobre todo en el número de formulaciones comercializadas, que en su mayor parte han sido indicadas en el tratamiento del cáncer.
El investigador Carmona-Ribeiro menciona, en el artículo del año 2010 titulado “Nanoparticulas biomimeticas”, siguiendo la tendencia reciente es previsible el desarrollo de nuevas nanoestructuras biomiméticas, ideadas a partir del conocimiento del comportamiento de sistemas biológicos, así como nanosistemas que responden a estímulos biológicos y estímulos activables externamente, a los que se ha denominado sistemas inteligentes, en alusión al artículo de Alvarez-Lorenzo y Concheiro, publicado el año 2008 con el título “Sistemas inteligentes de entrega de fármacos”. La traslación de estos sistemas a la práctica clínica se producirá en la medida en que las nuevas nanoestructuras cumplan los requisitos de biocompatibilidad, biodegradabilidad y baja toxicidad, aspectos clave desde la perspectiva regulatoria. En este marco de actividad, y a pesar del interés que actualmente suscitan los materiales inorgánicos, es previsible un mayor desarrollo de los materiales poliméricos, lipídicos y proteínicos.
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