Cuando a principios del siglo pasado se iniciaron las publicidades de cigarrillos orientadas a las mujeres, los publicistas hicieron hincapié en asociar a este producto con la delgadez, el glamour y la independencia. A mediados de ese siglo (1960) fue lanzado el primer cigarrillo dirigido especialmente a las mujeres, el “Virginia Slims”. De esta forma, el consumo de tabaco entre el sexo femenino aumentó como nunca antes, convirtiendo a muchas de ellas en adictas, y hoy muchas mujeres siguen siendo víctimas del vicio. Sin embargo, a diferencia de antes, hoy sabemos que hay pocas zonas del cuerpo humano que no se vean afectadas por los productos químicos de los cigarrillos.
Hacemos un recorrido por tu organismo para analizar la manera en que el tabaco afecta tu cuerpo. Así que deja de fumar, o al menos inténtalo.
Desde arriba. Como fumadora, tienes el riesgo de tener cáncer de boca. El humo del tabaco también puede causar enfermedades en las encías, caries y mal aliento. Los dientes toman un color amarillo. Por otro lado, los fumadores pueden experimentar dolores de cabeza frecuentes, y la falta de oxígeno y reducción de los vasos sanguíneos en el cerebro puede conducir a problemas cerebrovasculares. Por otro lado, si fumas te estresas. Contrario a lo que se piensa (que el cigarro relaja), la nicotina aumenta la tensión y la ansiedad.
Bronquios y pulmones. Veamos el pecho: el humo pasa a través de los bronquios y los contamina. Cianuro de hidrógeno y otros productos químicos atacan el revestimiento de los bronquios, inflaman y causan tos crónica. Los fumadores tienen 10 veces más probabilidad de tener cáncer de pulmón y enfisema que los no fumadores. Asimismo, el consumo de cigarrillos es la principal causa de Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica en las mujeres, y ese peligro aumenta con la cantidad de cigarrillos que se fuman y la duración del hábito. Las tasas de mortalidad por este cuadro han aumentado en las mujeres en los últimos 20 a 30 años.
Tu corazón. Los efectos del tabaquismo en el corazón son devastadores: la nicotina aumenta la presión sanguínea y hace que la sangre coagule más fácilmente. El monóxido de carbono reduce el oxígeno de la sangre y da lugar al desarrollo de depósitos de colesterol en las paredes de las arterias. Todos estos efectos aumentan el riesgo de sufrir un ataque al corazón (fumar es una causa principal de enfermedad coronaria en las mujeres). Este riesgo aumenta con el número de cigarrillos que se consumen y con la duración del hábito. Además, la mala circulación, resultantes de los depósitos de colesterol, puede causar accidentes cerebrovasculares. Del mismo modo, aumenta el peligro de que desarrolle ateroesclerosis vascular periférica.
Dejar de fumar reduce el riesgo de enfermedad coronaria, sin importar a qué edad dejes el hábito. El mayor riesgo de enfermedad cerebrovascular asociado con el consumo de tabaco comienza a revertirse luego que la mujer deja de fumar, y 10 a 15 años después, su riesgo es cercano al de aquellas que nunca han fumado.
Tus huesos. Las mujeres postmenopáusicas fumadoras tienen menor densidad ósea y mayor riesgo de fractura de cadera.
Asimismo, pueden tener un riesgo ligeramente más alto de desarrollar artritis reumatoide. Las fumadoras tienen un mayor riesgo de desarrollar cataratas y degeneraciones maculares vinculadas a la mayor edad.
Órganos del cuerpo. El sistema digestivo también se ve afectado. El alquitrán en el humo puede desencadenar el cáncer de esófago y la garganta. Fumar provoca el aumento de la secreción ácida del estómago y úlceras. Muchos de los agentes cancerígenos de los cigarrillos se expulsan en la orina, donde su presencia puede causar cáncer de vejiga, que es a menudo fatal. La presión arterial elevada debida al fumar puede dañar los riñones.
¡Deja de fumar!
Está claro: los efectos son devastadores. La buena noticia es que cuando dejas de fumar tu cuerpo comienza a repararse. Diez años después de dejar de fumar, tu cuerpo ha reparado la mayoría de los daños que el cigarrillo causó. Sin embargo, dejar de fumar no es fácil: según expertos, la nicotina es una sustancia que actúa en las terminaciones nerviosas, provocando una enorme adicción. Y para empeorar la situación, existen varios factores que provocan en las mujeres una mayor dificultad para dejar de fumar, y un nuevo estudio sugiere por qué: el cerebro femenino responde diferente a la nicotina. El estudio de la Universidad de Yale sugiere que las mujeres fumadoras pueden beneficiarse más de tratamientos libres de nicotina, como las terapias conductuales, ejercicios, técnicas de relajación y respiración y medicamentos libres de nicotina. Por otro lado, las mujeres temen ganar peso cuando dejan de fumar. Pero ya que sabes todos los estragos que este hábito causa a tu cuerpo, ¿no crees que es el momento ideal de acabar de una vez por todas con el vicio?
Los kilos después del vicio
Muchas mujeres no dejan el vicio porque temen aumentar kilos. Pero un tercio de los fumadores no suben ni un gramo cuando dejan el tabaco, y los que sí, no engordan más de dos a cuatro kilos en promedio. Y aunque para algunas no son más de dos kilos, la frustración es obvia y comprensible: sientes que remplazaste un hábito negativo con otro –el consumo excesivo de calorías.
La pregunta es, ¿por qué ganamos peso cuando dejamos de fumar? En primer lugar, el cigarrillo perturba el funcionamiento natural del organismo; muchos fumadores tienen un peso inferior (2,8 kg para los hombres y 3,8 kg en las mujeres) al que tendrían si no fumarían. Por otro lado, cuando eliminas el hábito, experimentas un pequeño declive en el metabolismo, lo que incrementa tu susceptibilidad a ganar peso. Otra teoría sugiere que cuando dejas de fumar, los niveles de serotonina—el neurotransmisor responsable de sentirte relajada y bien–están bajos, lo que puede llevar a la irritabilidad y a los antojos por alimentos ricos en “carbs”, es decir, cosas dulces y masitas, ya que consumir alimentos dulces incrementa los niveles de serotonina, haciéndote sentir más relajada.
Si estas dejando de fumar, has tomado la decisión más inteligente. Te damos tips para que no ganes esos kilos “post vicio”.
Antes de dejar el cigarrillo
Si decidiste dejar de fumar, antes de tirar tu mechero a la basura, es importante que hagas un balance y analices tu consumo; es necesario saber cuál es tu actitud frente al tabaco, así podrás conocer tus puntos débiles y anticiparte a una posible recaída.
Para analizar y controlar tu consumo de tabaco, durante una semana cuenta el número de cigarrillos que has fumado, a qué hora, la situación (en el trabajo, en un bar con una amiga, con el café…), el estado emocional en el que te encuentras (cansancio, estrés, angustia…), la intensidad de las ganas y el placer que te ha proporcionado.
Después de una semana, analízate: te ayudará a tomar conciencia de tu forma de fumar, la cantidad consumida y los factores que te incitan a fumar. Reflexiona sobre los cambios que deberás hacer para evitar las asociaciones (fumo con el café, fumo con los colegas, fumo por la noche cuando estoy sola, fumo antes de una reunión…).
Ahora, piensa en los beneficios que obtendrás una vez tomada esta gran decisión; ya no sentirás cansancio, tu capacidad deportiva aumentará, dirás adiós a los dientes amarillos, al mal aliento y al olor a tabaco en tu ropa…
Ritual antes de dejar de fumar. Prepara bien el terreno y elige un buen momento. Lo ideal es elegir una fecha simbólica, como tu fecha de nacimiento, y evitar dejar de fumar en un periodo difícil (problemas económicos, divorcio…). Dos días antes, informa a todos y bota los accesorios ligados al tabaco, vacía tus armarios de todos los alimentos dulces, galletas, chocolates, caramelos… prepara un neceser con un cepillo de dientes y dentífrico, barras de cereales, nueces y snacks saludables. Un día antes, date un gusto: vete de compras y organiza una cena entre amigos. /
MINUTO A MINUTO
El cigarrillo promedio dura diez inhaladas y cinco minutos, pero esos cinco minutos equivalen a 4,000 químicos que infiltran tus órganos vitales.
0 a 10 segundos. En tu primera inhalación, el humo pasa por tu boca, dejando una capa delgada color café en tus dientes perlados. Los gases tóxicos como el formaldehído (o metan) y el amonio, inmediatamente ponen tu sistema inmune en alerta, causando inflamación en tu cuerpo. Una vez que entra a tu sistema respiratorio, el humo del cigarrillo temporalmente enlentece tus cilios, pequeñas escobillas que limpian tu sistema respiratorio de mucosa y partículas invasoras. Mientras tanto, la nicotina pasa a tu flujo sanguíneo a través de millones de capilares en tus pulmones. Tu cuerpo recibe una dosis de energía mientras la nicotina llega a tus glándulas adrenales, activando una inundación de adrenalina que aumenta tu presión sanguínea y ritmo cardiaco.
Al mismo tiempo, el monóxido de carbono del humo va acumulándose en tu sangre, limitando la habilidad de tu cuerpo de transportar oxígeno a tus órganos vitales. A través del torrente sanguíneo, la nicotina llega a tu cerebro, donde algunas células nerviosas responden segregando un torrente del neurotransmisor dopamina, que nos hace sentir bien.
Luego de 5 minutos. Mientras los niveles de dopamina rápidamente vuelven a la normalidad, tu cuerpo te pide otro “high”. Si sucumbes frecuentemente a la tentación, tu cerebro se enganchará y serás víctima de la abstinencia cuando intentes dejar de fumar (algunos expertos dicen que la nicotina puede ser igual de adictiva que la heroína). Aunque ya no hay humo, tu cuerpo sigue limpiando tu organismo de las sustancias toxicas por las próximas seis a ocho horas.
TU CUERPO DESPUÉS DEL VICIO
20 minutos después de dejar el cigarrillo, la presión sanguínea y las pulsaciones cardiacas vuelven a la normalidad; a las 8 horas las células se oxigenan y a las 24 horas los pulmones comienzan a expulsar mucosidades y los restos del tabaco; a los 2 días el gusto y el olfato mejoran y a los 3 días, resulta más fácil respirar y aumenta tu energía. Luego de 1 semana la piel recobra su suavidad y frescor y tu cabello brilla de nuevo.
A las 2 a 12 semanas la circulación sanguínea mejora; y a los 3 a 9 meses la voz es más clara y la capacidad respiratoria aumenta un 10%. Al año el riesgo de un accidente vascular cerebral disminuye al nivel de un no fumador; a los 5 años, el riesgo de crisis cardiaca disminuye a la mitad, y a los 10 años el riesgo de cáncer de pulmón es dos veces menos elevado.
Deja de fumar sin engordar
1 Distráete. Planea actividades para esos momentos cuando sientes ganas de prender un cigarrillo. Toma un mate, llame a tu amiga, camina, haz diligencias, ordena tu computadora o tu ropero…
2 Mantén tus manos ocupadas. Esta es la clave, especialmente en la noche. ¿Tejes? ¿Escribes? ¿Pintas? Realiza actividades que te distraigan y desestresen, como ir al gimnasio, hacer yoga, conducir, cocinar, hacer voluntariado, etc.
3 Tu botella de agua. Esto no solo mantiene tus manos ocupadas, pero tomar agua a través del día te ayudará a evitar la ganancia de peso.
4 Snacks saludables. Controla las porciones en bolsitas Ziploc. Prueba frutas, frutos secos, nueces, yogurt o barras de cereal. Son buenas opciones, además de ser nutritivas. Es necesario llevar una alimentación estricta: hacer tres comidas diarias y tener a mano alimentos nutritivos pero poco energéticos y sobre todo evitar picar entre horas.
5 Mentolado. Siempre ten chicle, mentas o un enjuague bucal en tu cartera, ideal para limpiar tu paladar cuando estés antojada de algo dulce y rico. Por la noche, cepilla tus dientes inmediatamente luego de cenar.
6 Muévete! Si no has estado haciendo ejercicio, es momento de comenzar. Ejercítate y minimizarás el hambre, mejorarás tu metabolismo, quemarás calorías y mejorarás tu humor. Haz trabajar ese corazón que sufrió los estragos de tu hábito.
7 Tu actitud. El cambio de actitud y de hábitos es clave: no tienes por qué hacerlo sin ayuda, es más, es recomendable acudir a especialistas: un psicólogo para que te ayude en este trance y un neumólogo para revisar tus pulmones.
QUICKIE
Tu fertilidad tiene una estrecha relación con hábitos de vida, como el tabaco, el consumo de alcohol y los altos niveles de estrés. La fertilidad de los pacientes que cambian sus hábitos mejora entre tres y seis meses después.
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