domingo, 8 de agosto de 2010

Corteza de un árbol combate la leishmaniasis de tipo cutáneo


Experimentación: Investigadores de la UMSA logran resultados esperanzadores para sanar la llamada lepra blanca.

Con el uso de una pomada y un jarabe elaborados con el extracto de la corteza de la evanta (Galipea longiflora), árbol que crece en el norte del departamento de La Paz, diez pacientes que padecían leishmaniasis cutánea lograron cerrar las úlceras y no presentaron nuevas heridas desde hace un año y medio.

Según los responsables del Proyecto de Enfermedades Infecciosas Nuevas Alternativas para el Tratamiento de Leishmaniasis Cutánea, que desarrollan la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) y la Agencia Sueca de Cooperación Internacional para el Desarrollo (ASDI), “esto es una muestra de que hay resultados exitosos y esperanzadores que apuntan a una posible cura de la leishmaniasis cutánea con la utilización de un tratamiento natural que se convierte en una alternativa para los que padecen la enfermedad”.

La leishmaniasis es una enfermedad infecciosa no contagiosa causada por parásitos del género de leishmania y que afecta a agricultores, madereros, castañeros en áreas tropicales y subtropicales de La Paz, Beni y Pando. El transmisor es la hembra de mosquitos chupadores de sangre pertenecientes a los géneros Phlebotomus y Lutzomyia. Además de la leishmaniasis cutánea existen otros dos tipos más peligrosos, la visceral y la mucotánea.

De acuerdo con el Ministerio de Salud, entre 1983 y 2006 se registraron 35.714 casos autóctonos en los departamentos de La Paz, Pando y Beni. Los municipios que mayor número de enfermos en 2006 fueron Riberalta (368), Caranavi (274), Palos Blancos (243), La Asunta (16), Chulumani (113) y Cobija (130).

En la actualidad, la leishmaniasis cutánea es tratada con glucantime, anfoterisina B o miltefosina, drogas de primera línea que están en el mercado hace 40 años pero que, según el coordinador del proyecto, Wálter Magariños, han demostrado carácter tóxico y pueden afectar los sistemas hepático, renal y cardiaco.

Magariños explicó a La Prensa que diez pacientes pertenecientes al municipio de Palos Blancos, en el departamento de La Paz, que tenían úlceras cutáneas en diferentes regiones del cuerpo lograron la cicatrización completa de sus lesiones y al cabo de año y medio no han vuelto a presentar nuevas heridas. Sin embargo, no se descarta su reaparición.

El director interino del Instituto de Investigaciones Farmacobioquímicas de la UMSA, Alberto, Giménez, explicó que, conforme al protocolo de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), se recomienda un seguimiento de seis años para que la enfermedad no vuelva a aparecer. Sólo en este caso se puede hablar de cura efectiva.

Giménez explicó que el trabajo inició en 1993, cuando la información de la existencia de la evanta le fue transferida por Rogelio Chuqui, de la comunidad de Santa Rosa de Maravilla, quien le contó que la corteza de este árbol era usada desde hacía años por poblaciones nativas de tacanas, mosetenes y chimanes en forma de infusiones y cataplasmas.

Una vez que tuvo acceso a la materia prima se procedió a comprobar si la planta presentaba toxicidad. Los resultados en laboratorio salieron negativos y además se confirmó que las pruebas in vitro eran muy eficaces en el tratamiento de la leishmaniasis de la piel.

Sobre la base de estos resultados se elaboró un jarabe y una pomada con el extracto de la corteza de la evanta, que fueron suministrados a los pacientes candidatos al tratamiento.

Magariños dijo que no todos cumplían los requisitos exigidos, como el de la edad, que establecía tener entre 18 y 50 años; no estar embarazada y, sobre todo, no haber recibido antes ningún tipo de tratamiento.

El director interino del Instituto de Servicios de Laboratorio de Diagnóstico e Investigación en Salud (Seladis), Fernando Sossa, dijo que los laboratoristas comenzaron el trabajo con estos pacientes a través de la detección de la enfermedad. Posteriormente se les informó sobre la utilización del nuevo tratamiento con la evanta.

“Los pacientes eran informados con una especie de consentimiento informado, si aceptaban el método de cura, con la dosificación de jarabe y crema por 60 días, ingresaron en el programa”.

Después de la cicatrización de las lesiones, los enfermos que participaron en el proyecto deben regresar al Hospital de Palos Blanco para sus controles de dos, nueve y doce meses. Se les toma muestras para su análisis en laboratorio.

El proyecto concluirá a fines de 2011

En la parte clínica, el Proyecto Enfermedades Infecciosas Nuevas Alternativas para el Tratamiento de Leishmaniasis Cutánea inició en 2007 y se espera que concluya en diciembre de 2011. Su coordinador, Wálter Magariños, dijo que en los 18 meses que faltan del proyecto se espera llegar a 30 pacientes “curados aparentemente”. Sin embargo, reconoció que aún existen limitantes para el desarrollo del proyecto. Una de ellas es el tratamiento ambulatorio, es decir que los pacientes no son internados para someterse a sus controles y recibir sus médicamentos. Otro es la falta de disciplina para acudir a las evaluaciones y hacer seguimiento después de los dos meses de haber cerrado sus heridas.

El proyecto recibe de la Agencia Sueca de Cooperación Internacional para el Desarrollo, desde 2004, un financiamiento que supera los cinco millones bolivianos, que incluyen al personal del Hospital de Palos Blancos.

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