La ansiedad se manifiesta en todas las personas y por lo general suele ser hasta positivo; sin embargo, cuando esa preocupación se vuelve crónica en lugar de ayudar incapacita.
Mecanismo defensivo. La ansiedad es una respuesta de alerta ante situaciones amenazantes. Su función es movilizar al organismo y mantenerlo alerta para actuar frente a los riesgos y amenazas, de forma que no se produzcan o perjudiquen.
“Nos empuja a tomar las medidas convenientes como huir, atacar, neutralizar o afrontar el riesgo, según el caso y su naturaleza”, explicó la psicóloga Wilma Quiñones.
La ansiedad como mecanismo adaptativo es buena, funcional, normal, y no representa un problema de salud.
Ansiedad crónica. El trastorno de ansiedad generalizada (TAG) se caracteriza por preocupación crónica y persistente. Es excesiva y difícil de controlar, es multifocal pues se preocupa de las finanzas, la familia, la salud y el futuro y típicamente se acompaña de otros síntomas psicológicos y físicos inespecíficos.
Consecuencias. Cuando el trastorno de ansiedad no se trata puede producir consecuencias físicas que ponen en riesgo la salud.
A corto plazo, los efectos de los trastornos de ansiedad pueden ser dolor de cabeza recurrente, mareos y vértigos, problemas gastrointestinales, hipertensión, insomnio, dolores musculares y fatiga crónica, entre otros.
“A largo plazo existe el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, neurológicas y pulmonares”, indicó el psicoterapeuta Antonio Zabala.
En el plano psicológico, la ansiedad puede llevar a un aislamiento social, el paciente puede recluirse en casa por el miedo. Aunque la principal consecuencia es la depresión.
“Esa ruptura con la sociedad lleva a una de las consecuencias más frecuentes de los trastornos de ansiedad, que son las adicciones. Drogas, alcohol o cualquier otro medio que permita evadir la ansiedad pero que puede acabar destrozando nuestra vida”, dijo Quiñones.
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