martes, 3 de noviembre de 2015

Artritis reumatoide

La artritis reumatoide es una enfermedad crónica y degenerativa que se caracteriza por provocar la inflamación de la membrana sinovial (membrana que alimenta, protege y cubre los cartílagos) de las articulaciones y en los tejidos circundantes. En algunas ocasiones la artritis puede tener un comportamiento extraarticular y dañar órganos y sistemas como el corazón, el riñón y el pulmón. Por este motivo es una enfermedad sistémica.

La inflamación de esta membrana es la responsable del dolor, de la hinchazón claramente visible, de la sensación de rigidez que los pacientes pueden sentir por las mañanas y de la pérdida de la movilidad articular.

Afecta con más intensidad a unas articulaciones que a otras, principalmente a las más móviles como las manos y los pies, los codos, los hombros, las caderas, las rodillas y los tobillos. Hay algunas que nunca se ven afectadas.

La causa de la aparición de esta enfermedad es desconocida. Se han estudiado agentes infecciosos como las bacterias o los virus y, aunque se han encontrado datos sugerentes en algunos casos, aún no hay evidencias que confirmen su implicación.



SÍNTOMAS

El síntoma principal de esta enfermedad es la afectación de las articulaciones diartrodiales. Inicialmente se produce una inflamación que resulta apreciable a simple vista y causa dolor en el individuo que la padece. Junto con la inflamación, pueden aparecer otras manifestaciones como son el aumento de volumen, rigidez tras el descanso nocturno que va desapareciendo progresivamente a medida que el paciente ejerce su actividad diaria, debilidad muscular y limitación de la movilidad.

Asimismo, pueden aparecer abultamientos duros (nódulos reumatoides) en las zonas de roce de la piel como los codos, el dorso de los dedos de las manos y de los pies, que también pueden localizarse en el interior del organismo.

Si la enfermedad está en un estadio avanzado, el paciente puede tener alguna deformidad debido al deterioro progresivo de las articulaciones afectadas. Además, puede evolucionar y afectar a órganos vitales como el riñón o el pulmón.



TRATAMIENTO

El tratamiento de la artritis reumatoide engloba dos tipos de fármacos: los que se utilizan para aliviar el dolor (antiinflamatorios y corticoides), y los que sirven para modificar la enfermedad a largo plazo. Estos últimos pueden ser efectivos semanas e incluso meses después del tratamiento. No son eficaces en el cien por cien de los pacientes, según la Sociedad Española de Reumatología, por lo que habitualmente el médico prescribe varios de forma secuencial hasta encontrar aquel que sea más eficaz y mejor tolerado por el paciente.

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