Los comportamientos. Según Manuel Justiniano, presidente de la Sociedad Boliviana de Glaucoma, en los más “pequeñitos”, el papá se puede dar cuenta fácilmente cuando el bebé no le sigue la mirada a los objetos, juguetes, o no reacciona a las luces. Cuando ya son más grandes, el niño mantiene una mirada perdida y no hace un contacto visual. También pegarse mucho a los cuadernos o a la pantalla, cerrar ligeramente los ojos para pretender ver de lejos, quejarse de dolores de cabeza, confundir letras o números, son señales de que el niño no ve bien. “Cuando algo de esto ocurra es preciso visitar al oftalmólogo para que valore al paciente y evitar ignorar estas actitudes”, recomendó.
Problemas en la escuela. Por su parte, la señora I. M., cuenta que su niño tiene miopía, pero que se lo detectaron a sus siete años de edad, cursando el segundo de primaria. “Yo pensaba que mi hijo era medio flojo, porque sus cuadernos eran mal escritos, su profesora me decía que era lento para escribir, y él se me quejaba de dolor de cabeza". Nos dimos cuenta porque su compañero nos dijo que el siempre se iba hasta el pizarrón para poder leer ya que se sentaba atrás.
Corrección visual. En estos casos es necesario una corrección visual. Según declaraciones del oftalmólogo Felipe Mata, en la web sumedico.com, el niño debe usar lentes a su medida de una sola pieza, que descansen sobre el puente de la nariz y con micas. Cuando es adolescente tiene miopía o hipermetropía puede usar lentes de contacto blandos, explicó el experto, pero no así las personas con astigmatismo, quienes necesitan lentes duros “porque el ojo es como una cordillera con montañas muy altas y valles muy bajos a los que el lente blando no se adapta”, argumentó.
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