lunes, 12 de diciembre de 2011

Radiografía del Centro de salud mental San Juan de Dios

El Centro de rehabilitación y salud mental San Juan de Dios, un hospital de tercer nivel, es uno de los pocos del país que atiende específicamente a pacientes con problemas y enfermedades mentales. Esta institución depende del Estado; sin embargo, no cuenta con los suficientes recursos para funcionar eficientemente.

“El problema radica en que el Gobierno no cumple con su obligación, porque tenemos asignados sólo 30 ítems, pero 102 empleados trabajan aquí. Nosotros cumplimos con ellos como podemos; buscando y pidiendo a todas partes para cubrir el gasto y, además, no les pagamos lo que el personal se merece”, dice el padre Juan Ruiz, gerente general de este establecimiento.

Necesidades

Pero además de este presupuesto administrativo, los pacientes requieren medicamentos, alimentación y vestido. La beca de alimentación es de seis bolivianos diarios, suma destinada a cubrir el desayuno, el almuerzo y la cena.

De momento, el centro ni siquiera recibe esta suma, que es baja y, de todas maneras, insuficiente. “A pesar de que estoy haciendo trámites para que paguen esta suma, yo tengo que buscar otros diez bolivianos más como mínimo, porque con menos de 20 bolivianos diarios no puedes dar de comer a los pacientes”, afirma Ruiz.

Muchos enfermos requieren ingerir, hasta cuatro veces al día, medicinas muy costosas; algunas píldoras valen hasta diez o 12 bolivianos. Familias particulares, grupos de oración e instituciones como la Lotería apoyan al centro, al igual que algunos empresarios, pero no siempre es suficiente. Recientemente, la empresa La Selecta donó un importante lote de muebles, alfombras, colchas y otros artículos.

Ruiz destaca que la ministra de salud Nila Heredia es una mujer muy comprometida con el centro. “Nos ha apoyado mucho desde un principio. Ella nos ha dado todos los ítems”, afirma, pero también reclama con un contundente: “queremos que otras autoridades e instituciones también cumplan”.

Una de las preocupaciones radica en qué sucederá cuando el hospital pase a la tuición de la Gobernación. “Ahora el hospital tiene que pasar a la Gobernación y tenemos que hacer un convenio con el SEDES; esperemos que nos den más médicos, más licenciados en enfermería y personal de administración”.

Viviendo en el olvido

Actualmente el hospital San Juan de Dios alberga a 160 pacientes, de los cuales 80 padecen trastornos y enfermedades permanentes. “Muchos tienen daños orgánicos, retardos profundos, esquizofrenia y otras patologías, como la paranoia, que puede llegar a ser muy peligrosa”, dice el gerente.

Estos pacientes requieren atención permanente, ya que son incapaces de hacerse cargo de sí mismos. Les dan de comer, los bañan y los cambian. Muchos de ellos no tienen familia o han sido abandonados. En algunos casos, los profesionales del centro se ocupan no sólo de los pacientes, sino también de sus familias, enseñándoles a relacionarse con quienes padecen la enfermedad, a aceptarlos y tratarlos con amor.

Sin embargo, también existen muchos voluntarios que dedican su tiempo a los pacientes, que quizá no tienen familia ni nadie que los visite. “Ahora mismo están preparando la fiesta de Navidad; se hacen partidos de fútbol y los voluntarios los visitan continuamente”, cuenta Ruiz.

Además de ser un centro de tercer nivel, como pocos en Bolivia y en Sudamérica, la visión que tiene la gente de este nosocomio es diferente de la que se tenía en el pasado con respecto a las enfermedades mentales y los internos de un centro de salud mental.

“Queremos que los enfermos vivan con dignidad. Muchas veces se cree que los pacientes están amarrados o que están con camisa de fuerza, eso es lo que la gente ve en las películas. Éste es un centro de rehabilitación y salud mental, por eso hemos quitado del nombre la palabra ‘psiquiátrico’”, comenta el padre.

Además de todos los problemas económicos, los desastres de Callapa también afectaron su estructura. Parte del muro que rodea el terreno del centro se derrumbó como consecuencia del megadeslizamiento de febrero.

“Es un problema muy serio y tuve que acudir a una empresa a cuya dueña conozco. También nos ayudó la Alcaldía con las maquinarias. Hay varios ingenieros y personas que nos ayudaron. Se ha podido reconstruir el muro, y el gran problema ahora es que hay que pagarlo”, dice el padre.

La construcción de este muro se pagará poco a poco y con esfuerzo. Cada vez que el padre tiene la posibilidad, destina parte del dinero que le llega al fondo ahorrado para el pago por este concepto.

Salud mental y sociedad

El padre Ruiz cree que las enfermedades mentales tienden a ser ignoradas por la sociedad. Muchas veces, las familias prefieren dejar a los pacientes en el hospital en lugar de ocuparse de ellos. “También hay que comprender que no es fácil hacerse cargo y estar con alguien que, por ejemplo, grita todo el día y rompe cosas, pero tampoco se puede dejarlo olvidado”.

“A veces los familiares los abandonan en las calles y están ahí recogiendo comida de la basura, hasta que los traen aquí, donde se detecta si son simples vagabundos o si padecen una enfermedad mental”, explica Ruiz y lamenta que no existan políticas de salud mental de ningún tipo. “Estas personas viven totalmente marginadas por la sociedad”, lamenta.

“Muchos tienen daños orgánicos, retardos profundos y otras patologías, como la paranoia, que puede llegar a ser muy peligrosa”
Padre Juan Ruiz, gerente del Centro.

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